LA CONJURA DE LOS NECIOS : Tres años conspirando contra la verdad

Cien testimonios para respaldar una acusación

Elementos de prueba: huellas y restos biológicos en los distintos escenarios de los atentados del 11-M de la mayoría de los miembros del comando islamista acusaod de perpetrar la matanza (véase gráfico); tráfico de llamadas telefónicas de delincuentes clave en la planificación de la matanza que acreditan sus contactos en momentos cruciales en relación con lo ocurrido; localización de la utilización de los teléfonos (certificada por la compañía telefónica Amena) en puntos estratégicos relacionados con las bombas de los trenes y con la finca donde los criminales prepararon los artefactos de la muerte; mismo tipo de dinamita y detonadores en dos viviendas y dos vehículos utilizados por los terroristas y en dos artefactos que no explosionaron (el desactivado en Vallecas y el que no se terminó de montar en las vías del AVE a la altura de Mocejón)...

Y además, un centenar de testimonios relevantes para la investigación escuchados y grabados en el juicio durante las cerca de 200 horas de vista oral celebradas hasta el momento Madrid, en 24 sesiones de mañana y tarde, donde han sido interrogados hasta el pasado miércoles 29 acusados y 119 testigos.

Estos son algunos testimonios que explican los aspectos principales del atentado más grave en la historia de España.

EL ROBO DE LA DINAMITA "No había control"

En la mina Conchita se trabajaba con dinamita GOMA 2 EC (hasta 2002) y GOMA 2 ECO. "No había control de lo que cogía cada minero, el vigilante se fiaba del consumo que dijeran los trabajadores", cuenta al tribunal uno de los operarios de la mina, con 18 años de antigüedad en la empresa. "El sobrante diario del explosivo lo dejaban en las galerías y no sabían que pasaba con él. Los vigilantes no llevaban control alguno".

Un vídeo emitido durante el juicio sobre la situación de las cajas de explosivos, grabado días después del atentado, demostraba la desidia y el descontrol de la dinamita que la instalación minera asturiana.

Gabriel Montoya Vidal tenía 16 años cuando se hizo amigo de Emilio Suárez Trashorras, ex trabajador de Mina Conchita. Era otoño de 2003. "Lo conocí en mi barrio, me invitaba en los bares y a jugar a la Play. Pasadas las navidades, Emilio me pidió que llevará una bolsa de deportes a Madrid que pesaba entre 10 y 15 kilos. En Madrid le entregué la bolsa a Mowgli".

Mowgli es Jamal Ahmidan, El Chino, uno de los jefes más activos del comando que perpetró el atentado en los trenes. "Emilio me pagó 1.000 euros por aquel viaje. Cuando volví supe que la bolsa contenía explosivos a través de Ivan Granados, que lo sabía porque había ido a buscarlos con Emilio Suárez Trashorras a una mina", detalló Montoya.

El menor visitó esa mina unos días después. Acompañó a Trashorras, que se entrevistó con dos personas de mono azul en la caseta de entrada a la explotación. Gabriel Montoya se quedó en el coche, esperando. Cuando Trashorras volvió, comentó: "Esto está bien, esto ya está hecho".

El 28 de febrero de 2004, Gabriel Montoya acompañó de nuevo a Trashorras hasta la mina. Iban en un Toyota Corolla y, tras ellos, El Chino y dos amigos suyos en un Volkswagen Golf negro. De regreso a Avilés, "Trashorras le dijo a Mowgli que no se olvidara las puntas y los tornillos", recuerda.

Entonces, Mowgli y sus dos amigos se fueron a comprar unas mochilas. "Yo trabajaba como cajera en Carrefour", cuenta en la sala la testigo protegida S20-04-V-10. "Un grupo de árabes compró unas mochilas. Me llamó la atención porque eran muchas mochilas y no me pega que personas árabes compraran mochilas de cámping".

También compraron linternas. Ocurrió a las nueve y media de la noche del 28 de febrero de 2004. La testigo S20 identifica en el juicio a Jamal Ahmidan y Abdenabi Kounjaa (dos de los terroristas que se suicidaron en el piso de Leganés) como los clientes de las mochilas y las linternas.

"Volvimos a la mina unas horas después. Yo me quedé en un Ford Blanco. El resto fue con cuatro o cinco mochilas. Estuvieron allí una hora y media o más y bajaron con las mochilas llenas de explosivos. Emilio me dijo que eran para robar joyerías, para volar los cristales. De la mina fueron directamente a un trastero que tenía Emilio donde vaciaron las mochilas y lo metieron todo en el Corolla. Después volví a la mina con los moros en el Golf y nos perdimos. Llamamos a Emilio. La operación duró hasta las nueve de la mañana", ha declarado Montoya Vidal.

Gabriel Montoya Vidal es el primer condenado por el 11-M cuando era menor de edad. El juez consideró probado que había suministrado parte de los explosivos que sirvieron para perpetrar la matanza de los trenes y le condenó a cinco años de internamiento en un centro de menores.

LA PREPARACIÓN DE LAS BOMBAS "Había un zulo con munición y cartuchos"

En las horas previas al atentado del 11 de marzo de 2004, al menos siete de las 13 bombas que los terroristas colocaron en cuatro trenes de cercanías, salieron de Chinchón. Allí, El Chino alquiló una finca a la que llevó a varios miembros del comando asesino y en la que se montaron las bombas.

"En la casa encontramos un zulo hecho con ladrillos y aislado con planchas; y munición y cartuchos, y carcasas de telefonía pero sin tarjeta SIM, y algunas notas manuscritas en árabe; y detonadores mezclados con ceniza en una bolsa y en la chimenea", recuerda la policía (testigo protegida 78.867). Esta agente registró el lugar el 26 de marzo, 15 días después del atentado.

Los teléfonos móviles dispuestos en siete de las 13 bombas de los trenes habían sido activados cerca de Morata de Tajuña (una localidad pegada a Chinchón), según la investigación de la compañía telefónica Amena.

"De siete u ocho tarjetas se perdió información porque habían transcurrido 72 horas -tiempo que dura el registro- o porque no estaban en la BTS (Estación Base de Telefonía) de Morata de Tajuña", declaró el jefe de Seguridad de Amena ante el tribunal.

LA EXPLOSIÓN EN LOS TRENES "Estoy segura de que era Zougam"

Antes del juicio, testigos protegidos, viajeros de los trenes de la muerte y que sobrevivieron al atentado, habían identificado a tres supuestos autores materiales: Jamal Zougam, Basel Galyoun y Abdelmajid Bouchar. Del sumario a la vista oral sólo ha quedado uno. Además, ha aparecido uno nuevo: Daoud Ouhane (fugado y al que se le supone la planificación de nuevos atentados en el extranjero).

"Era joven, moreno, llevaba gorro y bufanda y llevaba una bolsa de tela con cremallera. Se sentó junta a mí y a una amiga y puso la bolsa muy abajo del asiento. Luego se bajó del tren y mi amiga me dijo que se había dejado la comida. Yo pensé que podía ser una bomba. Minutos después explotó una bomba en el vagón contiguo y salimos corriendo en dirección contraria a la bolsa. Cuando explotó, mi amiga me cubría y murió en el acto, yo estuve ingresada 30 días. En el hospital me enseñaron unas fotografías", cuenta la testigo S20-04-B-78. Reconoció a Basel Ghalyoun. "Ahora estoy segura de quién fue. Vi una foto suya en un libro sobre el 11-M", añadió. La testigo apuntó como autor material de los atentados a Daoud Ouhnane, uno de los fugados tras el atentado.

"Entre San Fernando y Coslada paso por mi lado un chico con una bolsa azul, me tocó el hombro derecho. Era alto, pude ver su cara. Se dirigía al vagón de delante y al pasar le dio un empujón a un chico que estaba leyendo un libro", explica la testigo S20-04-C65. La pasajera ha reconocido a Jamal Zougam: "Estoy segura al cien por cien".

"Cogí el tren en Alcalá a las 7.15. Entró un chico que empujó a varias personas. Era moreno y alto y tenía la nariz y los labios grandes. Llevaba una mochila de color azul clarito", declaró la testigo S20-04-J-70. También identifica a Jamal Zougam.

"Yo cogí el tren en Entrevías en dirección a Atocha. Me llamó la atención un chico que me preguntó si la siguiente estación era Atocha. Era alto, moreno, llevaba un gorro del que salían unos rizos, tenía la nariz grande pero aguileña", señala la testigo S20-04-X-11. En el juicio reconoce a Jamal Zougam, aunque en su declaración ante el juez Del Olmo identificó a Abdelmajid Bouchar. "En aquella declaración estaba muy nerviosa", justifica en la vista.

Esa identificación siembra la duda porque es imposible que Zougam esté en esa estación con ese tren si ha estado en los trenes y estaciones que apuntan los testigos anteriores. "Una persona que tome el tren a las 7.01", explica el jefe de seguridad de la empresa de los trenes RENFE, "puede ir cambiando de tren en estaciones sucesivas sin ningún problema".

Eso permite que un mismo terrorista coloque bombas en los cuatro trenes, pero no que pueda estar a la vez en dos trenes distintos. "Con que uno de los cuatro testimonios sea incorrecto, la historia vuelve a encajar", aseguran fuentes jurídicas.

EL SUICIDIO DE LEGANÉS "Mi hermano me dijo que iba a ver a Dios"

Policías, familiares y otras personas relacionadas con los terroristas que se suicidaron en Leganés han despejado muchas sospechas fabricadas en torno a ese último capítulo del comando del 11-M.

"Después de los atentados, vi a Jamal [Ahmidan, El Chino] dos veces en mi bar. En la segunda ocasión le pregunté si tenía relación con los atentados y me dijo que sí, pero yo no lo creí. Estaba con el Rachid Oulad Akcha [otro de los suicidas del piso de Leganés]. Rachid me dijo que pidiera por ellos de forma que no les cogiesen vivos. Me dijo que eran gente de mi barrio los que habían hecho los atentados", confiesa Mustafa Ahmidan, primo de El Chino.

"Jamal habló con mi madre y con mi hermana el 3 de abril. Pidió perdón a la familia", añade Youssef Ahmidan, hermano de El Chino. "Después de los atentados, me llamó un día mi hermano y me dijo que se iba a ver a Dios, que le rodeaba la policía. Mi hermano era amigo de los hermanos Oulad Akcha", cuenta Abdelkader Kounjaa hermano de otro suicida de Leganés.

"El que habla en el vídeo [reivindicativo de los atentados del 11-M] es Jamal Ahmidan. Le costaba hablar porque tenía dentadura postiza. Otro de los que aparece en el vídeo es Rachid Oulad Akcha", explica el testigo protegido S20-04-T-74, amigo de Jamal Ahmidan.

"El del centro del vídeo es mi marido. Lo reconozco por las manos, grandes pero finas", afirma la esposa de El Chino.

"Sabíamos por una llamada interceptada que los suicidas tenían explosivos. Nosotros no llevábamos inhibidores de frecuencia [que sirven para evitar las llamadas de teléfono]. Colocamos 100 gramos de explosivo para volar la puerta . No efectuamos ningún disparo, todos fueron de los terroristas. Hablaban en árabe y se oyeron cánticos. Estaban muy exaltados. Nos dispararon e insultaron", explica un policía nacional que intervino aquel 3 de abril. Este agente está identificado como el testigo 28400.

Esta reconstrucción ha sido posible gracias al trabajo de documentación y archivo videográfico de la página web www.datadiar.com

www.elpais.es  15.04.07

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