Esperanza Aguirre y
Mariano Rajoy se subieron juntos a un helicóptero en
Móstoles (Madrid). "Teníamos pensado dar una vuelta a la
ciudad. Mariano iba mirando por la ventana y yo, hablando
con el alcalde, que es del partido", recuerda ella. El
aparato despegó en la plaza de toros, superó el tendido,
pero luego pegó un giró extraño y se precipitó al suelo.
"Yo, la verdad, no me di cuenta de mucho al principio. Sólo
me fijé en que el ruido del motor cambiaba", añade. El
helicóptero se cayó frente a la puerta enfermería. "Tras el
golpe, ahí metidos, el alcalde de Móstoles exclamaba, muy
nervioso, 'horror, horror', y yo le dije: 'Vale, hombre,
vale, que no ha pasado nada". Los guardaespaldas y ayudantes
de los políticos, que se habían quedado en tierra, corrieron
en su auxilio. Rajoy salió el primero: lívido, sin habla y
sin gafas. Aguirre, al verse a salvo, se dirigió a la nube
de periodistas que había presenciado el percance y exclamó
con una sonrisita: "Para habernos matado".
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Leguina dijo de ella: "Todo hombre tiene su
cruz, y Esperanza es la mía"
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Sus colaboradores la definen como segura de sí
misma, discutidora y terca
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Ha construido ocho hospitales, pero se gestionan
con empresas privadas
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Otra crítica generalizada es la de la
manipulación de Telemadrid
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Las jornadas de despacho no le van, ni la
lectura de informes técnicos
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Le gusta salir a pie a la Puerta del Sol y
ponerse a hablar con la gente
El por entonces
líder indiscutible del Partido Popular se hirió un dedo,
necesitó pasar por el hospital y horas después confesó haber
tenido, al montarse en el helicóptero, una funesta
premonición del accidente. Esperanza Aguirre, por su parte,
acudió esa misma tarde, con el tacón de una bota roto por la
caída como único contratiempo, al pleno de la Asamblea de
Madrid. Por esas fechas, diciembre de 2005, se encontraba en
la primera legislatura como presidenta de la Comunidad,
empezaba a contar como dirigente nacional con proyección y a
nadie se le escapó la extraña habilidad de esta mujer para
caer de pie, para sobreponerse a situaciones imprevistas y
peligrosas y salir de ellas sacudiéndose tranquilamente el
polvo de la hombrera.
Hoy, más de tres
años después, Esperanza Aguirre, tras noquear varias veces a
su eterno e íntimo enemigo madrileño el hoy alcalde de
Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, se ha convertido en el
referente de un sector del PP y en la principal aspirante
para optar a la tambaleante silla de Rajoy como líder de la
derecha española.
"El sector del PP
que se impone ahora está inspirado en el pensamiento débil.
Consiste en no llevar mucho la contraria a Zapatero, en ser
más progre... y mucha gente del partido ve que esto
no funciona y busca un líder con más tirón. Y ahí está
Esperanza, a quien la deriva que está tomando el partido
pues tampoco le gusta", manifiesta un dirigente del PP
próximo a la presidenta de la Comunidad de Madrid.
El lunes, Esperanza
Aguirre leyó una preparadísima conferencia en el foro de
Abc en Madrid que retumbó por todo el país y en la que
pedía un cambio de rumbo ideológico para su partido. La
leyó, además, delante de un Rajoy con cara de póker que al
día siguiente debía representar a su grupo en el debate de
investidura de José Luis Rodríguez Zapatero. Y la leyó
consciente de lo que se estaba jugando. "Yo sabía que iba a
tener la repercusión que tuvo. Claro que lo sabía. Porque,
entre otras cosas, después de haber perdido las elecciones,
aquí, en el PP, nadie había dicho nada", asegura la
presidenta de la Comunidad de Madrid.
Cuando terminó de
leer, respondió, con la misma tranquilidad con la que sale
de los helicópteros destrozados, que no descartaba presentar
su candidatura a la presidencia del PP en el congreso
extraordinario de junio. Daba un paso adelante. O más
exactamente: no retrocedía en un momento decisivo de su
larga carrera política que empezó a principios de los
ochenta en las bancadas de la oposición del Ayuntamiento de
Madrid. El mismo lugar en el que se estrenó otro político
joven, brillante y ambicioso, también con todo por demostrar
y con quien Aguirre se iba a cruzar y a pelear repetidamente
a lo largo de los años: Alberto Ruiz-Gallardón.
Esperanza Aguirre
Gil de Biedma nació en Madrid en 1952 en el seno de una
familia de la alta burguesía, estudió en el Instituto
Británico y se licenció en Derecho en la Universidad
Complutense en 1974, el mismo año en el que se casaba con
Fernando Ramírez de Haro, conde de Murillo, Grande de España
y ganadero de profesión. Desde 1981 trabajó como jefa del
gabinete técnico de la Dirección General del Libro y
Cinematografía.
Sus colaboradores
la definen como una persona campechana hasta el paroxismo,
segura de sí misma, discutidora y terca. Habla con tacos, le
gusta el golf, adora lo inglés y se profesa liberal en lo
político.
Fue concejal de
Medio Ambiente en 1989. En 1990 aseguró que deseaba
convertirse en la primera mujer ministra de Defensa y en
1993 amenazó con encadenarse a una encina para evitar la
tala de 200 árboles en la Casa de Campo a raíz de unas obras
de ampliación del metro previstas por la Comunidad de
Madrid, gobernada entonces por el socialista Joaquín
Leguina. A éste se le atribuye una frase sintomática: "Como
dijo Churchill, todo hombre tiene su cruz; y la mía es
Esperanza Aguirre".
José María Aznar,
por entonces líder del PP, en la oposición, se fijó en ella
precisamente a raíz del episodio de la cadena y la encina.
En 1996 la nombró ministra; no de Defensa, sino de Educación
y Cultura. Durante unos años su popularidad creció tan
rápidamente como caía su prestigio. Metía la pata en
entrevistas en las que confundía películas, libros y
autores. A todas partes la perseguía el grupo de reporteros
del programa Caiga quien caiga, que la caricaturizaba
como una ignorante atolondrada que soltaba lo primero que se
le pasaba por la cabeza.
Pero a Esperanza
Aguirre no conviene menospreciarla: "Venían a por mí y yo lo
utilicé. Me daba popularidad y lo aproveché", asegura con la
misma sonrisita de siempre. Otro cualquiera habría sucumbido
ante una publicidad envenenada como ésta. Incluso hubo quien
pronosticó que su carrera entraba en vía muerta. Pero lo que
a otros devora, a ella parece que le alimenta.
En 1999 se
convierte en la primera mujer que preside el Senado y, en
2003, José María Aznar la reclama para formar parte del
equipo que disputará las elecciones en el bastión popular
por excelencia: Madrid. El líder del Partido Popular decide
la alineación: Aguirre optará a la Comunidad de Madrid y el
hasta entonces presidente, Alberto Ruiz-Gallardón, a la
alcaldía.
El destino acerca
de nuevo a estos dos caracteres contrapuestos que no se
soportan. A estas alturas, con dos mayorías absolutas a sus
espaldas, Ruiz-Gallardón se ha convertido en un gobernante
solvente, hábil y exitoso, en el político de Madrid con más
proyección y futuro. A Aguirre le corresponde el papel de
segundona.
Pierde las
elecciones de junio. Pero la espantada de dos diputados
socialistas, Eduardo Tamayo y Maite Sáez, inutiliza la
victoria socialista en lo que se dio en llamar el
Tamayazo. Se repiten las elecciones y en septiembre
Esperanza Aguirre obtiene la mayoría absoluta para gobernar
la Comunidad de Madrid. Desde el primer momento imprime un
estilo propio y personalísimo, con cierta tendencia al
populismo y a llenar la agenda de actos callejeros y de
cámaras. No es raro verla discutir en la televisión con los
vecinos:
¿Que no se cree que
hayamos hecho esta biblioteca en el barrio? Pues ahora se
viene conmigo a verla, señora. Faltaría más.
Una colaboradora
asegura que varias veces al día sale andando por la puerta
principal de la sede de la Comunidad de Madrid, la que da a
la siempre abarrotada Puerta del Sol. "Le gusta ponerse a
hablar con la gente", explica.
Por el contrario,
no le van las jornadas de despacho ni las lecturas
exhaustivas de los informes técnicos. "Yo he estado en
reuniones donde la presidenta hacía preguntas que a
cualquier otro le daría vergüenza. A ella no. Otro hubiera
intentado estudiarse las cuestiones o, por lo menos,
disimular. Ella ni se los estudiaba ni disimulaba", asegura
un dirigente de la oposición que coincidió varios años con
Aguirre en la Asamblea de Madrid.
La mayoría de los
gobernantes eligen ministros, consejeros o concejales y
dejan después que éstos formen su propio equipo según su
criterio. Aguirre no: elige al consejero, el viceconsejero
y, a veces, hasta los técnicos de grado superior y medio que
les asesoran a todos.
Un cargo del PP
-afín a Alberto Ruiz-Gallardón- que trabajó con ella asegura
que Esperanza Aguirre mantiene controlados a todos a base de
puentear a uno con el otro y al otro con el uno. Así se
pasea por el organigrama del Gobierno regional como Pedro
por su casa, entrando y saliendo, de arriba abajo, armada
con un teléfono móvil y llamando a cualquiera para pedir
información o dar una orden incontestable.
Ha construido ocho
hospitales, pero todos se gestionan con empresas privadas, y
ha impulsado la enseñanza concertada en detrimento, según
denuncian los sindicatos y la oposición, de la pública.
Rafael Simancas, diputado socialista y durante muchos años
su rival en la Asamblea de Madrid, asegura que la principal
crítica a la presidenta es la de estar desmantelando a
conciencia los servicios públicos esenciales: la Sanidad y
la Enseñanza. "Eso va en contra de un principio fundamental:
el de igualdad, en el que ella no cree", añade Rafael
Simancas.
Otra crítica
generalizada a su gestión es la de la manipulación de
Telemadrid. Un ejemplo: en abril de 2004, el por entonces
director general de esta cadena, Manuel Soriano (antiguo
jefe de prensa de Aguirre en el Ministerio de Educación y en
el Senado), remitió una nota al jefe de Gabinete de Aguirre,
sobre un reportaje del 11-M: "Te mando la primera parte del
documental que daremos el jueves y el viernes. Pásaselo a la
presidenta. Creo que ha quedado muy bien
cinematográficamente e ideológicamente. Un abrazo. Manolo".
Deja de ser
segundona. Ruiz-Gallardón, que en un principio menospreció a
esta mujer experta en caer de pie y salir bien librada de
los líos, ve cómo le disputa el liderazgo en su terreno con
terquedad e instinto. Y se lo arrebata: en octubre 2004 se
convierte en presidenta del PP regional después de una noche
negra para el alcalde, en la que comprueba con desconcierto
que no cuenta con apoyos a su alrededor, que todos los
dirigentes locales del PP están con Aguirre, quien se los ha
sabido ganar uno a uno.
El político con más
probabilidades de disputar la sucesión a Mariano Rajoy hasta
ese momento ve que el combate por el liderazgo central del
PP, que era entre dos, se convierte en una lucha entre tres
porque es imposible zafarse de esa mujer que le sonríe
siempre en los actos oficiales cuando se sienta a su lado.
En mayo de 2007, ambos ganan por aplastante mayoría las
elecciones a la Comunidad de Madrid y a la alcaldía de la
capital. Queda claro que nadie está por encima del otro.
Probablemente el alcalde haría suya esa frase atribuida a
medias a Leguina y a Churchill: "Cada hombre tiene su cruz y
la mía...".
El lunes, tres
semanas después de que Mariano Rajoy perdiera las últimas
elecciones generales, la presidenta abandona la sede del
Gobierno regional de Madrid para dar una conferencia
decisiva para su carrera política que se ha pensado mucho.
Sale a pie, como siempre, por la salida principal, la que da
a la Puerta del Sol. Le rodea una expectación inusitada. En
la conferencia asegura que hay que dar la batalla
ideológica. Y luego añade que no descarta presentarse al
congreso de junio.
Alberto
Ruiz-Gallardón se encuentra en Pekín en ese momento, en una
visita oficial por la candidatura oficial de Madrid a los
Juegos Olímpicos. Ha declarado su fidelidad a Mariano Rajoy
y parece que se retira de la pelea. Ya no son tres los
contendientes. Son sólo dos, los que se montaron juntos en
ese helicóptero estropeado en Móstoles: la que da la
conferencia y sonríe y el que la escucha a pocos metros con
cara de póker.
Las caras de
Esperanza
ENEMIGOS ÍNTIMOS. El enfrentamiento entre
Aguirre y Gallardón llegó a su cénit con la
lucha por la presidencia del PP de Madrid.
Aguirre se impuso con contundencia.POLÉMICA
CULTURA. En 1996 José María Aznar la puso al
frente del ministerio. Su gestión estuvo
lastrada por continuas meteduras de pata en los
medios de comunicación.PRESIDENTA DEL SENADO.
En 1999 se convirtió en la primera mujer al
frente de la Cámara alta. Renunció al cargo en
2002 para presentarse a las autonómicas
madrileñas.LA FORTALEZA DE MADRID. El
carisma nacional de Aguirre se cimenta en sus
dos victorias en las elecciones a la presidencia
de Madrid, la última de forma aplastante.
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