SEÑORA PRESIDENTA

(Reportaje publicado en El País. 24.02.02)

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Es uno de los iconos del Partido Popular. Sin ocupar cargo político alguno, se ha convertido en un activo del partido al encarnar algunos de los valores más preciados para los conservadores sin renunciar al papel de mujer activa. Esta semana, como presidenta de honor de Mensajeros de la Paz, viajará a El Salvador para conocer las obras de reconstrucción realizadas por esta ONG católica tras el paso devastador del huracán 'Mitch'

Pudo ser en el confortable salón Amarillo. O tal vez en el Rojo, con sus librerías lacadas en blanco y profusión de fotos familiares. El presidente estaba locuaz. Cosa rara en un hombre capaz de hacer un viaje en coche de cuatro horas sin abrir la boca. '¿Cuando deje La Moncloa? No sé... ¡Me podría presentar a la presidencia del Real Madrid!'. Ana Botella cortó la reflexión en seco: 'Olvídate, Jose. ¡No quiero volver a oír hablar en esta casa de elecciones!'.

¿Hablaba en serio la mujer del presidente del Gobierno? Nada indica que Ana Botella Serrano, de 47 años, le haga ascos a la política. Está permanentemente en campaña. Su vida es un mitin. Sus colaboradores dicen que no tiene agenda. Que recibe invitaciones y ella decide a qué actos asistir. Pero son muchos. Y a la mínima de cambio, opina. Lo nunca visto en la mujer de un jefe de Gobierno. Cherie Blair, Doris Kopf o Sylviane Agacinsky (esposas de los primeros ministros británico, alemán y francés) no han dado una entrevista en su vida. Ana Botella habla de todo. De la sucesión de su marido y de política internacional. Del sistema educativo y de Gescartera. Con voz alta y clara. Tiene pocas ideas, pero muy arraigadas. La piedra angular de su pensamiento es una concepción tradicional de la familia. De ahí cuelga el resto de su ideología. Tres ejemplos: no al aborto. No a las cuotas de participación femenina. No a la equiparación de las parejas de hecho. ¿Eso es hacer política? 'No sé lo que es hacer política. Todos hacemos política. Todos intentamos convencer al de enfrente. Trabajar por la sociedad es hacer política. Y yo trabajo para mejorar la sociedad'.

La línea de llegada de Aznar en la primavera de 2004 puede ser la del despegue de Ana Botella. José Luis Sanchís, experto en marketing electoral: 'Tiene todos los ingredientes para ser una ganadora. Con una imagen más trabajada y una buena estrategia electoral no tendría nada que envidiar a ningún candidato, y no sólo al Congreso, también a la presidencia'.

Ana Botella llega al minúsculo hotel del centro de Madrid en un Audi A8 similar (aunque más cascado) al que transporta a José María Aznar. La mujer del presidente es de estatura media. Ancha de caderas, pero más delgada que en sus fotos playeras. Viste de negro: pantalón, chaqueta de cuero, botas de tacón de aguja. Melena corta muy de peluquería, maquillaje intenso borrando las huellas de la pubertad y unos ojos oscuros y muy expresivos. Tiene unas manos cortas y vigorosas. Sus propagandistas dicen que es como parece. El periodista no se lo cree. Ella le da la razón: 'Soy transparente hasta cierto punto. El resto queda para la intimidad. Todos somos poliédricos'.

Puertas abiertas

'Nunca había pensado en entrar en política. Y no sé. No sé qué va a pasar en mi vida en dos años. Estoy en un momento en que no puedo prever nada. No sé nada de mi futuro, y eso me diferencia de la gente de mi edad. Mi marido y yo vamos a cerrar una puerta y no sabemos cuál es la siguiente que vamos a abrir'.

-¿Qué papel ha tenido usted en la decisión de José María Aznar de no volver a ser candidato a la presidencia del Gobierno?

-Ha sido una decisión suya. Sí, ha pensado también en la familia. Pero no lo ha hecho por nuestra familia. Lo ha hecho por el partido. Y lo que es bueno para el partido es bueno para mi familia. Vamos a concentrarnos en esto, y mañana ya veremos.

-Siempre les quedará Bruselas...

-No me apetece dejar España.

Ella ha diseñado su papel. Y le gusta. Se siente la vicepresidenta de una empresa denominada Aznar, SA. Piensa apurar hasta el final el dulce cáliz del cargo de su marido. Después, lo que surja. 'Vivir es fascinante. El tiempo es escaso y no hay que desperdiciarlo'.

No tener un cometido oficial no quiere decir que haya estado quieta estos años. ¡Buena es ella! Nada que ver con la invisibilidad de Amparo Illana (de Suárez), Pilar Ibáñez (de Calvo Sotelo) o Carmen Romero (de González), que desde 1982 a 1989 (año en que se presentó al Congreso por Cádiz) mantuvo su empleo de profesora de instituto. Ella dirige en persona La Moncloa. Bueno, la intendencia. Un ejército de camareros, cocineros, jardineros y funcionarios dispuestos a que los ilustres invitados presidenciales se sientan como en su casa. Nunca de oyente. Ella opina. Sea el premio Nobel de Literatura Gao Xingjian o el de Física Murray Gell-Mann. Un testigo de este último almuerzo lo describe así: 'No paró de intervenir en un inglés aceptable. Aznar parecía entender, pero habló poco y en español. Ella no paró. Sobre todo en los temas de reproducción asistida. Estaba en su salsa'. 'La Moncloa es mi casa y hablo lo que tengo que hablar', aclara Ana Botella. (Cuatro días después de ese almuerzo, el PP rechazaba la proposición no de ley del Grupo Socialista para la utilización de células madre procedentes de embriones humanos para usos terapéuticos).

Y por si fuera poco, los íntimos afirman que es una madre perfecta. Y además ha transformado la rancia caridad tradicional en su oficio de segunda dama en una activa labor social a través de media docena de ONG (eso sí, relacionadas con la Iglesia). Queda más moderno. Y luego está el partido, que la reclama continuamente para que acuda a actos electorales en toda España. Un ex ministro popular dice: 'Gana votos. Le gusta la gente, y la gente lo nota. No es de estrategias, de pensar. No tiene programa. Pero tiene facilidad para conectar con la gente. ¿Recelos en el partido? Ninguno. Es uno de nuestros activos. Es una política nata. Lo que pasa es que ha encaminado su carrera política a ayudar a su marido. Sobre todo en su proyección social. Él es huraño, reservón. No saldría nunca. Ella le organiza muchas cosas. Es una gran organizadora y una perfecta anfitriona. Y al presidente le viene muy bien'.

Encuentro con mujeres empresarias, reunión con mujeres del medio rural. Suma y sigue. Y por si fuera poco, apóstol de los necesitados: conferencias sobre la educación en la niñez, erradicación del trabajo infantil, salud y educación de la mujer, fomento de sus derechos...

No es nadie. No ha pasado por las urnas. No tiene un nombramiento. Ni siquiera un puesto en el PP. Es la señora de Aznar. Punto. Un despachito en su hogar, primer piso de La Moncloa. Una secretaria, Cristina Alonso (surgida del entorno de Miguel Ángel Cortés, hoy secretario de Estado para la Cooperación); dos funcionarias de apoyo y una jefa de prensa (la misma del PP) son su equipo. En teoría. En la práctica, toda la estructura del Estado puede estar a su disposición con sólo levantar un teléfono. Dentro y fuera de España, donde las embajadas se movilizan ante la llegada de la 'señora', previo aviso de la jefatura de Protocolo de Presidencia.

Papel difícil

Para Miguel Ángel Rodríguez, secretario de Estado para la Comunicación entre 1996 y 1998, 'el papel de Ana es el más difícil del reparto, sobre todo porque no hay nada escrito. Cuando llegamos a La Moncloa decidió no tener ninguna infraestructura. A mí me parecía equivocado. Pero se negó. Y tuvo ojo. Como siempre. Carmen Romero no había tenido nada de nada y hubiese sido un escándalo montar un equipo por las buenas. Sí, tiene el Gabinete a su disposición, aunque no tira normalmente de él. Pide lo que necesita. Y recibe una copia de los informes que le interesan, que suelen ser temas sociales. Normalmente no se duplican los dossieres. ¡Los tiene en casa!'.

En su relación con el gabinete del presidente del Gobierno (que un miembro del PP define como 'un Gobierno en la sombra'), Ana Botella tiene una ventaja: la amistad que la une al responsable del mismo, Carlos Aragonés, que aterrizó en Valladolid en 1987 como jefe del estado mayor de Aznar cuando éste era presidente de Castilla y León. Hoy, Aragonés, de 45 años, el funcionario más opaco de la Administración de Aznar (en pleno proceso de alopecia y con barba, sigue despistando a la prensa con una foto oficial de hace 15 años), es más que un jefe de gabinete: es parte de la familia Aznar. Y además no habla. Es una tumba.

Aragonés tiene otra ventaja para Ana Botella: su conexión con el clan de Becerril, el grupo de ambiciosos cachorros del PP. Los de Becerril (el pueblo de veraneo de la familia Botella) tienen en Alejandro Agag, de 31 años, futuro yerno de los Aznar, su jefe de filas. Y Agag fue subordinado en La Moncloa y es amigo de Aragonés. Y también es íntimo amigo de Adolfo Suárez, el último gran fichaje del PP dentro de la denominada Operación John John (en referencia al hijo de John F. Kennedy). Suárez procede de su mismo colegio madrileño del Opus Dei, el Retamar, y también forma parte del clan. Agag es también íntimo de la novia de Carlos Aragonés, Lucía Figar (también miembro del clan), que trabajó a sus órdenes en el PP Europeo y es, a su vez, jefa de gabinete del secretario de Estado de Organización Territorial, Gabriel Elorriaga (también del clan), de 39 años, que fue segundo de Aragonés en el Gabinete de Presidencia. Toda una compleja tela de araña de intereses surgida en el entorno de La Moncloa. La nueva generación del PP tiene en Ana su patrona.

¿Tiene poder? 'Lo que tiene es toda la influencia sobre el hombre que tiene todo el poder', describe un ideólogo de FAES, el laboratorio de ideas aznarista. Todos los personajes cercanos a la pareja presidencial coinciden en resaltar la enorme influencia que Ana Botella ejerce sobre su marido. Les cuesta concretar en qué consiste. La definen más existencial que política, pero también coinciden en que es difícil deslindar en la relación Aznar-Botella la charla de pareja de las recomendaciones activas al jefe del Ejecutivo. Todas las fuentes consultadas dudan de la intervención directa de Ana Botella en la elección del equipo de su marido, 'aunque siempre le da su opinión. Pero es una opinión personal, no política', explica un dirigente popular. 'No, no creo que influya en los nombramientos; influye en ahormar la visión que tiene Aznar de las cosas. Y si algo o alguien no le gusta, se lo dice... Lo malo es como te ponga la proa'. Otras fuentes populares sugieren que Ana Botella sería la inspiradora de la campaña de imagen para aumentar el papel de la mujer en el PP. Y en concreto, del ascenso de Conchitina Dancausa, de 49 años, su íntima amiga desde la universidad y fiel escudera en las labores sociales, a la Secretaría General de Asuntos Sociales. En las últimas elecciones, Dancausa (madre de cinco hijos y a la que se sitúa en la órbita del Opus Dei) consiguió un excelente puesto número 10 en la lista del PP por Madrid, delante de prohombres del partido, como Eugenio Nasarre o Rogelio Baón.

Aznar exige que su mujer esté siempre a su lado. Mítines, congresos, conferencias, viajes. Desde sus primeras campañas al Congreso, cuando los históricos de Alianza Popular la apodaron Juanita, en referencia a la mujer del ucedista Landelino Lavilla, que estaba siempre en primera fila. Hoy, Aznar no perdona una cena sin ella, y es raro el viaje al que no le acompaña. Para empezar, a sus despachos con el Rey en Marivent en agosto. Lo que era un almuerzo de Estado se ha convertido por fuerza en una comida de matrimonios. 'Hay una cierta dependencia', explica un histórico del partido. 'Yo creo que Ana es la flaqueza de un hombre que presume de no tener flaquezas. Un hombre cuya única pasión es el fútbol. Con ella se quita la coraza de hombre pragmático, frío, distante. Ella es todo lo contrario: es el refuerzo descarado, televisivo, de papel cuché, de un hombre que no sirve para eso'.

Siempre cerca

Miguel Ángel Rodríguez da su versión: 'Aznar necesita que Ana esté siempre cerca. Para discutir. Para leerle un discurso. Para que le dé ánimos. Hay algo vital en él que necesita de su mujer. Que esté en un mitin le da seguridad. Además, ella no se asusta fácilmente. Tiene mucho carácter'.

En la oposición, el relevante papel de Ana Botella provoca división de opiniones. El Partido Socialista ha preferido no hacer ningún comentario al respecto para este reportaje. Lo mismo que Carmen Romero. Por su parte, una socióloga feminista unida al PSOE analiza positivamente el giro hacia el feminismo de la segunda dama: 'Me parece provechoso que hable de derechos de la mujer. Que el PP haga bandera de esos temas es positivo. Sin embargo, el mensaje que ella transmite es más avanzado que su propia realidad. Pero eso no quita que sus palabras sean positivas. Lo que pasa es que el hecho de que ella tome esa bandera, que ha sido siempre de las progresistas, nos pone de los nervios'.

No son de la misma opinión otras luchadoras históricas por los derechos de la mujer dentro del PSOE. Una diputada sugiere un pacto de silencio en el Grupo Socialista por respeto a la figura de la segunda dama. No es el caso de Matilde Fernández, ex ministra de Asuntos Sociales: 'No hay feminismo en la derecha. Y, por tanto, esta señora no puede enarbolar ninguna bandera feminista. Si hablara como funcionaria de Hacienda, yo la aplaudiría. Pero habla como señora de, y eso no es ejercer un proyecto social. Si hubiera seguido en su puesto de trabajo, hubiera sido un gesto muy pedagógico para las mujeres de este país. Pero ha preferido ser la señora de La Moncloa y se ha montado un mundo propio, limitado y muy conservador. Desempeña el clásico papel protector y caritativo más propio de una primera dama de América Latina que de una mujer moderna europea'.

En la misma línea se expresa la diputada de Izquierda Unida Marisa Castro: 'Ha caído en un protagonismo calculado que indica que tiene ambiciones políticas. Me parece legítimo que las tenga, pero eso hay que ganárselo en el partido y en la calle. Ana Botella ni siquiera representa la opinión de las mujeres de su partido. Las que se lo curran día a día. Está en un lugar privilegiado de apoyo al guerrero. Y eso es una involución ideológica para las que hemos luchado desde el principio de la transición. Botella y su gente están fagocitando el mensaje feminista de la izquierda'.

Ni poder ni influencia

Ana Botella minimiza su papel sin perder la sonrisa: 'No tengo poder ni quiero tener influencia. El político debe canalizar los anhelos de la sociedad y luego tomar decisiones. La toma de decisiones es un proceso doloroso y yo ayudo a mi marido, que es el que debe tomarlas, como puedo. En casa no es el presidente'.

-Usted, ¿en nombre de quién habla? ¿Del partido, de Aznar?

-No soy la portavoz de mi marido. Y si estoy en un mitin, digo lo que el PP quiere que diga. Bueno, más bien mezclo lo que yo pienso con lo que piensa el PP. Los ministros, cuando hablan, tampoco expresan la doctrina del partido, sino lo que piensan. Si alguien me pregunta es que quiere saber cómo pienso.

-¿Quién influye en usted?

-Aprendes a lo largo del tiempo. Y con las lecturas confirmas esas ideas. Al principio son cosas que sientes, pero no sabes expresar. Y cuando las lees, ves que tú piensas así.

-¿Ideas que responden a una ideología?

-Tengo una ideología sin nombre. Soy liberal en cuanto a la conducta de la gente. Comprendo casi todo y soy cada vez más tolerante. Me interesan las personas, pero no los chismes.

-¿Y su marido no le dice que no hable tanto?

-Nunca. Es respetuoso con mis opiniones. Es más exigente con él que con los demás. Jamás me ha dicho que no hable.

Día 15 de enero de 2002. Hotel Palace. Madrid. El poder ejecutivo y el legislativo en estado de revista ante Ana Botella. El primero, su marido. Junto a él, Luisa Fernanda Rudi, Esperanza Aguirre, Pío Cabanillas, Pilar del Castillo, Celia Villalobos, Javier Arenas, Juan José Lucas, Juan Carlos Aparicio, Jesús Posada. Faltan pocas semanas para el congreso del partido. Y nunca se sabe... Ana Botella presenta libro con el título Mujeres. Escrito por otros. Un híbrido de entrevista personal y cuestionario social a la señora del presidente acompañado por maremagnum de cifras sobre la situación de la mujer. Todo empaquetado con el reclamo de su rostro. Las primeras palabras de su intervención se las dedica a su marido: 'Te agradezco la presencia de manera especial a ti, que sé que te ha sido complicado'. Al público sólo le falta aplaudir. 'A él se le caía la baba', sentencia una persona cercana a Ana Botella.

Casi un acto electoral. ¿El comienzo de su campaña? En 1992, a José María Aznar le dio por llamar a su mujer Hilaria, en referencia a Hillary Clinton. A ella le reventaba el mote, no tanto el espíritu que encerraba. Tras la retirada de Bill Clinton, Hillary es senadora por Nueva York y está en todas las quinielas. ¿Es el modelo a seguir?

Ana Botella ha aprendido mucho. Tiene poco que ver con la que aterrizó en La Moncloa el 5 de mayo de 1996. No sólo pintó las paredes blancas de los González de colores. También ha revocado su propia fachada. La Ana Botella votante y militante de la Alianza Popular de los siete magníficos ha dado un paso adelante. 'Ha mejorado. No tenía ni puta idea de política. Ahora tiene más mundo. No es que sea Einstein, sigue sin leer un ensayo, pero ha sabido aprovechar las posibilidades que le ha proporcionado el cargo de su marido', explica una de las personas que mejor conocen su biografía. 'Seguramente el lavado de cara ha sido más externo que interno. Porque sus convicciones morales son muy fuertes. Ha puesto al día su imagen, como su partido. Por dentro... no sé'.

'Es cierto que he evolucionado. Cada vez soy más tolerante, porque conozco mejor las debilidades humanas'.

-Usted se ha definido en alguna ocasión como conservadora.

-Sí, soy tradicional; soy conservadora. Y creo que la base de la sociedad es la familia. Ahora bien, el componente religioso pertenece al ámbito privado. Y cuando sale de ahí puede pasar como con los talibanes.

Cuando el periodista pregunta en el entorno de Ana Botella sobre su adscripción al Opus Dei o a los Legionarios de Cristo Rey, la respuesta es una risa despectiva. La misma que lanza Ana Botella ante esa cuestión: 'Jamás he sido del Opus. Nunca he sido la defensora de la moral de los de enfrente. Ni siquiera de mi partido'.

Una persona unida al matrimonio Aznar regresa a las risas despectivas cuando el periodista le pregunta la relación entre la caída en desgracia de Francisco Álvarez Cascos (vicepresidente y secretario general del partido en los primeros Gobiernos de Aznar) y Juan Villalonga (en tiempos, el mejor amigo de José María Aznar y presidente de Telefónica desde 1996 hasta su defenestración, en el verano de 2000) y sus sonadas separaciones matrimoniales. Otra fuente es más explícita: 'En el caso de Paco, Ana no se metió en nada, y eso que hubo muchas señoras del partido que la presionaron para que tomara medidas. Incluso fue a la boda civil de Paco con Gemma Ruiz Cuadrado, en octubre de 1996; sí, no le quedó más remedio, pero llevó a su hijo Alonsete a la ceremonia, y si le hubiera repugnado el tema no hubiera hecho. Si Paco cayó fue por otros asuntos. Y en lo de Juan Villalonga, el matrimonio Aznar llegó a invitarle, junto a su novia, Adriana Abascal, a la finca Quintos de Mora, sí, en la que también han estado Bush o Blair. Allí pasaron el fin de semana. Y Ana estaba. Eso fue antes de la última conversación del presidente con Villalonga, en la que le soltó eso de: 'Juan, te vas a quedar sin familia, sin amigos y sin honor'. La caída de Villalonga no se debió a su divorcio de Concha Tallada, amiga íntima de Ana. Lo que no puedo negar es que pudo efectuar cierto pressing contra él'.

A pesar de las risas que provoca la simpatía de Ana Botella hacia los movimientos más conservadores de la Iglesia, ella no hace nada para evitarlo. El jesuita Jaime Garralda, que dirige Horizontes Abiertos, una ONG dedicada a la reinserción social de presos en la que Ana Botella colabora activamente, la define como 'una mujer conservadora en materia de Iglesia. Le gusta la eucaristía tradicional, sin cosas raras. Es antiabortista. Ella piensa que su trabajo social es el camino de Dios. ¡Tendría que ver cómo abraza a los niños y cómo besa a los enfermos de sida! Ayudar a los otros es su forma de vivir el Evangelio'. Para el sacerdote asturiano Ángel García, presidente de Mensajeros de la Paz, asociación de ayuda a los niños y a los ancianos de la que Botella es presidenta honoraria, 'es más piadosa que yo, que soy un cura. Yo veo cosas que me sublevan y hay días que me cuesta trabajo creer en Dios. A ella le cuesta menos. Es una buena esposa y madre, que es lo mejor que se puede decir de una mujer'.

No es del Opus, pero sus hijos Jose María y Ana estudiaron en colegios del Opus. No es legionaria de Cristo, pero su principal asesor en materia social, Daniel Sada Castaño, es miembro de la Legión de Cristo Rey, uno de los grupos más poderosos e integristas del catolicismo actual.

Asesor

Daniel Sada, su asesor, comenzó su carrera política como presidente de Iuve, una asociación humanitaria de carácter conservador creada en el entorno de Gustavo Villapalos, por aquel entonces rector de la Universidad Complutense. En 1998 Sada fue fichado por Aznar como asesor de Educación y Cultura en la Presidencia del Gobierno. 'Allí conocí a Ana y la he asesorado en temas de ONG más por amistad que como asesor oficial. Son temas que ella conoce bien y con los que está muy involucrada. Yo la he ayudado'.

-¿Es usted miembro de la Legión de Cristo Rey?

-Tengo un hermano que es sacerdote de los legionarios. Y si apoyar, colaborar y defenderlos es ser de los legionarios, lo soy.

A finales de 2000, Sada fue fichado por Miguel Ángel Cortés como director de la Fundación Carolina, un ente creado a instancias del Gobierno para fomentar las relaciones culturales y educativas entre España y el resto del mundo, que tiene un presupuesto de 3.068 millones de pesetas. Un destino perfecto para que Sada siga asesorando en el futuro a Ana Botella en su intensa labor social en España y Latinoamérica.

El futuro. Ana Botella no se clarea sobre sus preferencias a la hora de encontrar un sucesor para su marido. De los candidatos, sólo Rodrigo Rato es amigo personal de la señora de La Moncloa. En un cumpleaños del presidente se pudo escuchar un: '¡Anda, Rodrigo, sácame a bailar, que este tío con el que me he casado es un aburrido!'. Una fuente cercana a Ana Botella hace un recorrido por sus simpatías: '¿Rajoy? Le hace más gracia al presi que a ella. ¿Mayor Oreja? Ana le tiene mucho respeto. Es muy santurrón y admira su estilo relajado. ¿Acebes? Le encanta su equilibrada vida familiar y religiosa. ¿De las chicas? Mercedes de la Merced es la que mejor le cae'.

Sólo quedan dos años. Comienza la cuenta atrás para Ana Botella.Pudo ser en el confortable salón Amarillo. O tal vez en el Rojo, con sus librerías lacadas en blanco y profusión de fotos familiares. El presidente estaba locuaz. Cosa rara en un hombre capaz de hacer un viaje en coche de cuatro horas sin abrir la boca. '¿Cuando deje La Moncloa? No sé... ¡Me podría presentar a la presidencia del Real Madrid!'. Ana Botella cortó la reflexión en seco: 'Olvídate, Jose. ¡No quiero volver a oír hablar en esta casa de elecciones!'.

¿Hablaba en serio la mujer del presidente del Gobierno? Nada indica que Ana Botella Serrano, de 47 años, le haga ascos a la política. Está permanentemente en campaña. Su vida es un mitin. Sus colaboradores dicen que no tiene agenda. Que recibe invitaciones y ella decide a qué actos asistir. Pero son muchos. Y a la mínima de cambio, opina. Lo nunca visto en la mujer de un jefe de Gobierno. Cherie Blair, Doris Kopf o Sylviane Agacinsky (esposas de los primeros ministros británico, alemán y francés) no han dado una entrevista en su vida. Ana Botella habla de todo. De la sucesión de su marido y de política internacional. Del sistema educativo y de Gescartera. Con voz alta y clara. Tiene pocas ideas, pero muy arraigadas. La piedra angular de su pensamiento es una concepción tradicional de la familia. De ahí cuelga el resto de su ideología. Tres ejemplos: no al aborto. No a las cuotas de participación femenina. No a la equiparación de las parejas de hecho. ¿Eso es hacer política? 'No sé lo que es hacer política. Todos hacemos política. Todos intentamos convencer al de enfrente. Trabajar por la sociedad es hacer política. Y yo trabajo para mejorar la sociedad'.

La línea de llegada de Aznar en la primavera de 2004 puede ser la del despegue de Ana Botella. José Luis Sanchís, experto en marketing electoral: 'Tiene todos los ingredientes para ser una ganadora. Con una imagen más trabajada y una buena estrategia electoral no tendría nada que envidiar a ningún candidato, y no sólo al Congreso, también a la presidencia'.

Ana Botella llega al minúsculo hotel del centro de Madrid en un Audi A8 similar (aunque más cascado) al que transporta a José María Aznar. La mujer del presidente es de estatura media. Ancha de caderas, pero más delgada que en sus fotos playeras. Viste de negro: pantalón, chaqueta de cuero, botas de tacón de aguja. Melena corta muy de peluquería, maquillaje intenso borrando las huellas de la pubertad y unos ojos oscuros y muy expresivos. Tiene unas manos cortas y vigorosas. Sus propagandistas dicen que es como parece. El periodista no se lo cree. Ella le da la razón: 'Soy transparente hasta cierto punto. El resto queda para la intimidad. Todos somos poliédricos'.

24.02.02

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