ADULADORES OFICIALES DE LA  EX PRIMERA DAMA VIRTUAL

Reportaje de Ana en la revista "Telma"

Hace ya unos meses le insistí: Ana, quiero contar a las lectoras de PELMA, cómo es un viaje oficial de la mujer del presidente. No pretendía hacerle las preguntas más difíciles jamás contestadas, tan sólo quería viajar con ella, eso sí, muy cerca. A ser posible gratis. Casi como amigas. Ella me regaló ese privilegio. Cinco días agotadores por el continente sudamericano siguiéndola minuto a minuto. La he visto organizar su agenda, hacer maletas, llamar a sus hijos a diario, cambiarse cinco veces de traje, revisar sus discursos, quedarse sin peluquero y... hasta llevar la contraria a su marido. No os lo podéis ni imaginar ¡es fenomenal, fenomenal'. Creo sinceramente que no nos la merecemos. Fantástica.

"Ya ha preguntado por tí " me dice su jefe de prensa. Son las ocho de la mañana y Ana baja en el ascensor desde el piso 13 no es supersticiosa- al hall del Swissotel de Quito. Ha desayunado con Jose (sin acento, como le llama ella), su zumo de naranja, sus tostadas y su café. «Hola Pitita, ¿qué tal tu viaje?, me voy corriendo a la peluquería del hotel, luego nos vemos. Ana, disimula su cara de sueño, «he dormido a trozos» (ayer llegaron a la una de la madrugada de Río de Janeiro), y yo digiero la primera sorpresa de este viaje.

¡ Horror ¡ La mujer del presidente viaja sin peluquera. Cuatro secretarios, siete de protocolo, doce de seguridad, seis asesores, cinco redactores de discursos... sin duda un numeroso equipo acompaña al presidente en sus viajes pero... ni una peluquera para dar un golpe de peine a la melena de Ana. «Ya ves, no hay presupuesto para estas cosas, y por favor no me hagáis fotos en el secador, prefiero que no... ¿eh?». Y, suplicante, me echa su típica sonrisa vitaminada y elástica, esa sonrisa que Ana ejercitará con maestría, profesionalidad y naturalidad a lo largo de la repleta agenda oficial que nos espera durante el resto del día en Ecuador.

ANA, SE VA A LA PELUQUERÍA

De acuerdo. Resignados el fotógrafo y yo, nos vamos a tomar un café para despejarnos del lote de pastillas (doce diarias) que nos ha recomendado tomar el equipo médico de presidencia para combatir el mal de altura. Por cierto, cuatro se cayeron redondos al bajar del avión. Pero Ana no ha probado ni una y está tan fresca... Mientras la presidenta se entrega al Brushing, Antón y yo intentamos descifrar el significado del fax de protocolo, donde cada dos párrafos apunta: proximidad con Ana Botella, ¿estará de acuerdo el presidente con tanta proximidad ? Fin en el salón de belleza. «Me lo pueden cargar a la habitación» sugiere Ana, «lo sentimos hay que abonarlo aquí». Momentos de incertidumbre, todos muy cortados nos rascamos los bolsillos, Ana no lleva ni un sucre encima, y... termina pagando un muchachote de la seguridad que masca chicle y lleva pinganillo en la oreja. En fin, me imagino que esta escena se repetirá a lo largo de los cinco días de viaje. Total, que Ana entrega su pelo al peluquero de turno del hotel que corresponda y... un día sale con peinado tipo Rocío Jurado y otro como Ana Blanco. «No, si yo luego me lo aplasto y me lo pongo a mi estilo», nos aclara mientras echa una ojeada a varios collares que se exponen en los escaparates del hotel, «jamás tengo tiempo para hacer compras... estos viajes son agotadores».

Ser la mujer del presidente no es ningún chollo, afirman las mujeres españolas en un sondeo recientemente publicado. La mayoría de las encuestadas piensan que «tome la decisión que tome, va a tener que renunciar a parte de su vida privada, reconocer que su carrera, su matrimonio y su familia se van a resentir y, además, tendrá que tragar con reuniones, fiestas, viajes y otros saraos que no siempre tienen porqué apetecerles>. Cuando se lo comento a Ana, ella sonríe. «Tienen mucha razón, no es ningún chollo. Cuando los viajes son de más de tres días, siempre acompaño a Jose y además los niños jamás viajan con nosotros. Pero la verdad es que este viaje me apetecía, ahora ya conozco toda Sudamérica, tan sólo me queda Cuba».

"N0 TENGO NINGÚN PAPEL ASIGNADO"

Hay que seguir el apretado timing. Hoy, a primera hora, el presidente se reúne con los empresarios ecuatorianos y Ana visita una Escuela Taller donde los chavales más pobres son acogidos para restaurar el patrimonio artístico de país. Allí aprenden un oficio, viven y estudian. Es un proyecto de cooperación económica española. «¿Cuántos años tienes? ¿te gusta tu trabajo?» y preguntas similares hace Ana a los niños que le saludan. Mientras subimos y bajamos escaleras los profesores le explican el corto presupuesto y las necesidades de este curso. Todos resoplamos, nos falta el aire, el mal de altura se empieza a notar. «Nieves ven, te voy a presentar a Pilar, la mujer del alcalde». Pilar es una historiadora de 40 años, guapa, con una gran trenza morena que le cae sobre un traje de chaqueta color pastel imitación Chanel. Por su talante adivino que está deseando saltarse el protocolo. «Esta es la zona más pobre de Quito, aquí hay verdadera miseria, la tasa de mortalidad infantil es el triple que en España». Ana escucha atenta los datos que nos da Pilar y mete baza, «me preocupa mucho el problema de la marginación infantil, desde hace tiempo colaboro en varios proyectos de Ong's españolas".

-¿Eres consciente de ser una mujer popular -le pregunto y que tu actitud influye en el resto de las mujeres españolas?

---No creo que sea para tanto. La mujer del presidente del gobierno no tiene ningún papel asignado. Depende de cada una el contenido que le quiera dar».

Fin de la visita. Fotos, besos y... carreras. El equipo de seguridad y protocolo que nos acompañará a lo largo de este viaje está en plena forma y nos someterá a su disciplinado horario con ritmo maratoniano.

 

SU JOSE, LE DA UN PLANTÓN

---Nieves vente conmigo en el coche oficial, así, mientras, charlamos». Alicia, la guardaespaldas de Ana -1,80, cinturón negro- me lanza una mirada de aprobación.

---El protocolo es muy riguroso y los de seguridad más. Todavía recuerdo un viaje, en el que las mujeres de tres presidentes decidimos ir juntas en el mismo coche para conocernos mejor y charlar. Los de seguridad nos hicieron bajar y tomar cada una el suyo, Tuvimos que obedecerles».

En diez minutos, entre sirenas y frenazos, llegamos al Convento de San Francisco. Tantas prisas para... esperar. Aún no ha llegado Aznar.

---No suele suceder. Jose es mucho más puntual que yo, al pobre siempre le toca esperarme».

---..y ¿quizá más ordenado?

---Sin duda, qué quieres que te diga. Cuando llegamos a un hotel yo inmediatamente entro en el baño y coloco mis cosas. Luego viene Jose y no falla: «¿en qué quedamos?», dice, «¿derecha o izquierda? Si escoges el lavabo de la izquierda, no te pases y me inundes con tus cosas el de la derecha... ».

Tranquiliza mucho saber que hasta en las mejores familias se pelean por el reparto de las baldas del baño.

Y el presidente sigue sin llegar...

-Ana, en estos viajes ¿quién hace las maletas?

---¿Quién va a ser? Jose la suya y yo la mía, Es algo que dejé muy claro cuando nos casamos. Al finalizar los viajes mi maleta es un caos imposible de cerrar, en cambio la de Jose... »,

Aplausos, fotos, la comitiva se agita. Ha llegado el presidente. Aznar repite un gesto que contemplaremos varias veces en este viaje; él con su mano derecha sujeta el antebrazo de Ana, mientras caminan juntos. ¿Qué significa?, sin duda que él, en esta pareja, es el que marca y controla.

Ana se acerca a Aznar, «Jose, ¿te he presentado a Nieves, la directora de PELMA?». «Ya nos conocemos -me sonríe. Creo que vas a escribir sólo de Ana y de mí ni una línea». «Así es presidente», le contesto mientras me besa la mano.

TODOS AL TROLEBÚS

Los monjes del convento de San Francisco, nos muestran el claustro más antiguo de América Latina, mientras hablan en castellano y quechua a algunos de los indígenas que nos acompañan. La visita dura un cuarto de hora y... otra vez a la carrera. Plaza de Colón, aquí nos topamos con la situación, sin duda, más divertida de esta mañana en Ecuador: la inauguración de los nuevos trolebuses, pagados por el gobierno español, que recorrerán la ciudad de norte a sur. Sin duda son necesarios, Quito desprende un tufo a gasóleo, como no he olido jamás. Aznar corta la cinta tricolor y... todos al trolebús. Ana y Jose, muy seriecitos, ocupan sus asientos. ¿Hace cuanto tiempo que no han pisado un transporte público? En la última parada, de la Avenida del Libertador, empieza a llover. Son las lluvias tropicales que te calan en un minuto. Mientras Ana se protege con un paraguas, el presidente, empapado, recibe las llaves de la ciudad y no evita hacer una broma; «Ana se tapa con un paraguas y yo a pelo, debe ser que todavía confía en que crezca», y arranca una sonrisa de los asistentes. «El presi así le llaman los de protocolo es tímido pero ha ganado soltura en los discursos».

Aznar, lo he comprobado de cerca, es serio, puntual, meticuloso, paciente, sólido, equilibrado, trabajador, dialogante y... un poco aburrido. Botella es habladora, perspicaz, desordenada, lista, efusiva, despierta, leal y... hace un poco lo que quiere.

---Una de las cosas que más valoro de Jose es su facilidad para desdramatizarlo todo. Yo puedo estar muy cegada por algo, pero llega él me da un par de argumentos y en treinta segundos me devuelve la serenidad. Es apabullante. Aunque yo lo que tengo es muy buen ojo, enseguida calo a la gente».

Sin duda son un buen contraste, algo habitual en muchas parejas con años ya rodados de matrimonio.

 ELLOS TAMBIÉN DISCUTEN

De vuelta al hotel, Ana me invita a tomar un té en el salón de la suite presidencial, y presencio un diálogo entre ellos que corrobora mis hipótesis anteriores. Aznar sale en mangas de camisa (de popelín de rayas, por supuesto), y con gesto contrariado le dice a Ana: «¿qué no me vas a acompañar hasta el final de este viaje?». «No, Jose, regreso a España desde Caracas, no voy a Tobago, tengo que estar en Madrid para despedir a los dos mayores, ya te lo dije. Jose María, el mayor se va a hacer un training de dos meses a Nueva York y Ana a Londres para mejorar su inglés. Es la primera vez que viajan solos tanto tiempo al extranjero. Quiero estar allí para organizarles". «¿Tienes que irte un día antes, para hacer la maleta a un chico con 22 años y a una mujer de 18? No lo entiendo -refunfuña-. Ya sabes que no me gusta viajar solo... » (añade con voz suplicante).

Sí, ellos también discuten, ¡qué gusto comprobar que son como cualquier pareja de a pie! Ah, por cierto, Ana regresó un día antes.

Breves minutos, para cambiarse de ropa y rumbo al almuerzo que les ofrece la esposa de¡ Canciller de Ecuador. Ana come poco, apenas prueba las crepes de cangrejo y el mousse de maracuyá. «En los viajes siempre engordo un par de kilos, así que tengo que cuidarme». Las esposas de los mandatarios asistentes a la comida le hacen un regalo de artesanía. ¿Cuántos tendrá almacenados? pienso mientras un responsable de protocolo se encarga de cargarlo para dejar las manos libres a la presidenta para la fotos. Por cierto, Ana suele liberarse hasta del bolso -un modelo de Acosta beige que no cambió en todo el viaje-, y al salir de cada acto oficial pregunta: «¿quién tiene mi bolso?». Siempre son los mismos porteadores, Antonio de protocolo y Marilar de prensa, los que asumen este gesto de confianza.

-Por curiosidad ¿saben ustedes lo que lleva la presidenta en su bolso? Ella nos lo dijo: " Mi bolsa de maquillaje, un pañuelo, la agenda, el monedero , las tarjetas de crédito y... un móvil para llamar a mi hijo el pequeño, Alonso, todos los días esté donde esté».

ANA, LA PRIMERA DAMA, UNA MUJER ENAMORADA Y DISCRETA

De nuevo, otro acto oficial, esta vez en el Congreso Nacional, Ana escucha atenta, con admiración diría, la palabras de su marido. Suena a cursi, pero no hay más remedio, tiene ojos de mujer enamorada. Más coche, más comitiva, más carreras...hasta la quinta Santa Rosa, residencia de la embajada española. Ya son las seis de la tarde y ha empezado a bajar la temperatura, veo a Ana bajar del coche, se ha cambiado de nuevo de modelo, ¿dónde?, ni se sabe. La recepción es al aire libre y mientras el presidente pronuncia un discurso de bienvenida, Ana ya se ha escapado. Está a sus anchas, relajada, efusiva, charlatana... tal como es. Un beso aquí, un saludo allá, con una copa en la mano, fumando su pitillo Nobel y moviéndose con soltura entre los invitados.---Aquí me llaman Doña Anita y me horroriza, nos confiesa que de niña me llamaban así». De nuevo Aznar la busca con la mirada... «Ana ¿te importaría venir aquí?» y ella acude disciplinada a la llamada de Jose. Están perfectamente compenetrados y cada uno juega su papel. La visita oficial terminará hoy con una cena en el Palacio de Gobierno. Ana, sube a cambiarse y aparece con un traje negro de strass, precioso. Al fotógrafo de PELMA se le escapa un " está guapísima señora, ¿le puedo hacer una foto?». Ana sonríe, pero Aznar con cara de prisas, levanta una mano y dice, «por hoy, no más fotos». Fin de un día agotador, nosotros nos saltamos la cena oficial.

Son las nueve y media de la mañana y ya estamos de nuevo todos siguiendo a la comitiva. Ana ha organizado su agenda a las ocho y el presidente ha madrugado para nadar, los ojos rojos del cloro le delatan. «Buenos días» nos saludan ambos. Llegamos a la Fundación Guayasamín y son recibidos entre aplausos«qué diferencia con otros países, nos dice Ana, aquí se ve que nos quieren».

-Pero, Ana ¿realmente es posible hacer amigas en estos viajes?

---Por supuesto, soy íntima de la presidenta de Colombia viene continuamente a casa a Madrid y se queda varios días ».

Todos llevamos la maleta encima, a las once tomamos el avión presidencia¡ español, un viejo Boeing 707 de las Fuerzas Armadas Españolas, que nos trasladará a Guayaquil, al otro extremo del país. Al llegar, Ana visitará a la colonia española en un desvencijado piso de la Beneficencia. De nuevo se repiten los sobres con peticiones, las súplicas de ayuda, de dinero... se comprenden fácilmente que no todos los españoles hicieron las américas. Uno a uno van contándole su problema de pobreza, de soledad... Ana escucha pacientemente, mientras una persona de la delegación que le acompaña, va tomando nota y acumulando sobres. «Todas las peticiones se canalizan a través del ministerio de exteriores, No se olvida nada, contestamos a todos y solucionamos lo que podemos" me aclara el funcionario. Ana se despide y se hace unas fotos y ellos le cantan «adiós con el corazón...» algunos lloran.

José María, le espera en Bankers Club, un edificio de 60 pisos que acoge a los financieros ecuatorianos, los que sí hicieron las américas, grandes fortunas con apellidos de origen catalán. La otra cara de la moneda. Nos esperan para comer, Ana se esconde de los fotógrafos y se fuma otro Nobel, «tengo que dejar de fumar, lo malo es que me gusta». Al presidente le regalan un sombrero de Jipi-Japa, que sospecho no se pondrá jamás.

 

EN LA CABINA DE LOS AZNAR

Y vuelo hacia Caracas, siguiente etapa del viaje. La noche anterior, reunieron a la prensa para ponernos al día de la situación actual de Venezuela. Aprovecho durante el viaje para empollarme los dossieres que nos han dado de presidencia. Algo parecido sucede en la cabina privada de los Aznar, Ana lee un libro de historia y José María repasa carpetas. Nuestro fotógrafo, ante la mirada atónita del presidente se cuela y les dispara esas fotos menos oficiales que todos queremos ver. La pareja está relajada, tiene cara de sestear y están rodeados de paquetes y maletas.---Sólo una», advierte José María, «estamos descansando». Antón, dispara y obediente regresa a su asiento. Un reportero de la agencia EFE, de esos que siempre llevan chaqueta de explorador, nos cuenta la crónica rosa de la pareja presidencial venezolana.---María Isabel, la mujer de Chávez, conoció al presidente en un mitin y le enviaba, día tras día, cartas de amor, hasta que él le concedió una cita. Se casaron en tres semanas. Los dos pertenecen a la clase obrera. Por eso le han votado el 80 por ciento del país». Estamos a punto de aterrizar. Ana se ha vuelto a cambiar de traje. Suenan los himnos, los discursos... el aeropuerto Simón Bolívar está militarizado, hay más metralletas que banderas. Estamos en Caracas. El hotel Meliá nos acoge con tapas españolas y vino de Rioja, pero las maletas tardan más de tres horas en llegar. Los presidentes tiene cena privada. ¿Terminarán tarde? pregunto a uno de su escolta.

---No más tarde de las doce, al presidente no le gusta trasnochar. A partir de las once y media, empieza a girarse la correa dell reloj. Es la señal. Sabemos lo que ese gesto significa. Todos a dormir.

 

DE ORCHILA A PLAYETAS

La jornada del día siguiente se presenta con horario apretado: visita al Panteón Oficial, y más tarde al Centro San Rafael de acogida a ancianos. Una monja pamplonica nos recibe con la cinta de música de los sanfermines y un asturiano de Llanes nos canta una jota. Al final, como en todas las visitas terminarán pidiendo... ahora es para reponer el ascensor de la residencia. Allí trabajan 18 monjas españolas atendiendo a 250 ancianos, la mayoría enfermos. Ellas se levantan a diario a las cuatro y media de la mañana. Salimos para el Palacio de Miraflores, abandonamos al presidente, que se reunirá con Chávez, y nos dirigimos con Ana a visitar una casa de acogida de niños de la calle, que se mantiene gracias a la cooperación española. Los chavales no tienen más años que su hijo Alonso, quizá por ello les atiende con cariño uno a uno. Le piden que les lea un cuento, que les hable de¡ Real Madrid...

---Todavía recuerdo con horror -me dice- la visita a un orfanato de Bulgaria, no puedo olvidar la pobreza, la suciedad, el frío que allí vi».

Son las doce. Hay un cambio de planes: mientras Aznar recibe a la Cámara de Comercio venezolana, Ana viajará en una avioneta privada con María Isabel Chávez, la mujer de¡ presidente, a la isla de Orchila. «Vente con nosotras, Nieves». Es un privilegio, sólo cabemos seis en la avioneta. Acepto.

Media hora de vuelo y... el paraíso. Aguas esmeraldas, arena rosa, pájaros azules, tortugas gigantes... hay que darse un baño.

---Fotos en traje de baño, no. Ya me las tengo que hacer todos los veranos en Playetas y no tengo 20 años». Ana se enfunda su clásico pareo corto y tomamos la lancha para rodear esta maravillosa isla privada, del gobierno venezolano. «Aquí, a esta residencia de lujo, ya vino muchas veces Felipe González, invitado por el presidente anterior, Carlos André Belaúnde, le dice la mujer del canciller.

---Y vosotros Ana, ya ves sólo a Playetas, le comentó a Ana»  ---Tenemos un estilo distinto. Déjate de bromas y aprovecha para darte un baño, esta es una ocasión única en un viaje oficial.

Hace calor, al regreso del chapuzón, nos espera un aperitivo con langosta, tequeños de queso, ron con naranja y... un ruido infernal del aire acondicionado. En el porche unas hamacas nos acogen. Hablamos de gastronomía, de viajes, de arte... hasta que la hija del presidente Chávez -dos años se echó a llorar. La primera dama, María Isabel la mece en sus brazos. Al regreso, Ana se echa una siestecita en la avioneta, hay que reponer fuerzas todavía quedan muchos actos oficiales por delante.

---¡Ana, vámonos que es tarde!», repite por segunda vez José María en el hall del hotel. En la radio del coche oficial que les espera suena el último disco de Alejandro Sanz. ¿les gustará también a ellos?. Primera parada en el Congreso, segunda en el Museo de Arte Contemporáneo y tercera en el Centro Gallego de Caracas. Suenan gaitas y aplausos con morriña. Hay unas tres mil personas aguardando a Aznar. Mientras el director de la Hermandad gallega pide dinero para los emigrantes y Aznar le contesta que lo estudiará... Ana se escabulle ¿qué sucede?, nada, ella tan sólo busca una habitación, para de nuevo, cambiarse de traje.

---Soy obediente a las órdenes del protocolo, ponte esto, quítate lo otro... Pero a veces me aburren y paso de ellos...».

PASTEL DE POLVOROSA DE POLLO

Aún nos espera una cena de gala en la Casa Amarilla, residencia de los presidentes venezolanos, una impresionante casona colonial con patios, donde este anochecer, entre los magnolios gigantes, se escucha el croar de las ranas. En los postres Chávez habla de su admiración por la transición española y Aznar le responde con versos de Unamuno. Suenan guitarras, boleros románticos, corre el champagne... Aznar enciende un puro, está relajado y se le ve contento, tanto que por un momento hasta pensé que iba a sacar a bailar a Ana. Al regresar al hotel siempre antes de las doce se lo comento a la presidenta.

---Bailar Jose en público? Ni lo sueñes».

Hoy es el último día del viaje, (al menos para Ana), tal como predijo no irá a Trinidad con el presidente. Al aeropuerto Simón Bolívar, le acompañará Marta Arespacochaga, la esposa del Embajador de España. Y una persona de confianza -(¿recuerdan quién le guardaba siempre el bolso?) que viajará con ella hasta España.

---En los aviones duermo de un tirón. Mañana llego a Madrid, deshago mi maleta, hago la de mis hijos y les llevo a Barajas. Me gusta despedirles y además ya tengo ganas de verlos.

Bajan su equipaje, se hace fotos con los empleados del hotel toma un té, carga con las cintas de boleros que ayer le regalaron a Jose, (sin acento), ¿quizá para bailar a solas en La Moncloa? Y de nuevo se queda sin ir de compras.

---No hay tiempo, sólo le llevo un regalo a Alonso, el pequeño».

En el bar del Meliá Caracas protesta un periodista, ---¿no viene la presidenta a Trinidad? Estamos buenos, ya tenemos al presidente tristón».

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