ADULADORES OFICIALES DE LA  EX PRIMERA DAMA VIRTUAL

BEATRIZ PÉREZ-ARANDA

 Simplemente, Ana Botella

Hay un proverbio chino que dice: «Procura vivir en tiempos interesantes». Que los tiempos sean interesantes puede depender de los demás o puede depender de uno mismo. Lo que, sin duda, es de nuestra exclusiva responsabilidad, es que las horas y los días sean, al menos, sugestivos. 

A eso se le llama vitalismo. Y ésa es una de las características de Ana Botella. ¿Cómo se percibe? Fácil: agitación incesante, sonrisas para persuadir, capacidad innata para comunicarse. Pero, sobre todo, necesidad imperiosa de conocer. Y, desde luego, parece que a Ana Botella le interesa todo. Por eso, no para de preguntar. 

¿Qué tal en el trabajo?, ¿y todos en casa?... Casi sin darte tiempo a respirar te lanza la tercera interrogación. ¿Cómo ves las cosas? ¿Qué opinas sobre...? Es Ana Botella en acción. Este cuestionario en batería puede ir dirigido a tí o a cualquier persona de las que pasan por la calle. 

No le cuesta el menor esfuerzo establecer una conversación, sea con conocidos o extraños. Su táctica consiste en preguntar mucho, como si su curiosidad fuese insaciable. Pero, además, tiene la habilidad de hacerte creer que en ese momento no tiene otra cosa mejor que hacer que hablar contigo, sin prisas. 

No deja de ser un mérito que una persona a la que supones con un reloj apretado en compromisos, no utilice jamás ese típico «bueno...», con el que educadamente marcamos el finiquito a una conversación. 

Conclusión: te hace sentir abrumado, halagado y protagonista de su escaso tiempo. Y en esas condiciones, hasta estás dispuesto a «cantarle incluso La Traviata». Te hace sentir interesante y, por ende, importante. 

El satélite de Aznar 

Los resultados son inmejorables: consigue no sólo enterarse de todo, sino también del fondo de las cosas. Como el Melquíades de García Márquez -transmutador de materiales que convertía el hierro en un oro imposible-, ella da la sensación de que se lleva bajo el brazo el conocimiento del otro lado de las cosas, la sinceridad de las gentes. 

Eso la ha convertido en el mejor satélite de Aznar en la calle; es su CIS particular y casero que le da la pauta de cómo respira la sociedad. 

Ana Botella es la espía sin lupa que toma el pulso a los seres anónimos a los que convierte en confidentes, -votantes al fin y al cabo-, para transmitírselo después a su marido. «Yo le doy mis opiniones a Jose sobre lo que escucho y observo, luego él hace lo que quiere». 

Ella sabe, de todas formas, que su opinión tiene peso, mucho peso. Enérgica, tenaz y segura de sí misma, no llevaría nada bien el supuesto contrario. 

No en balde, es la mayor de 13 hermanos, una condición que imprime carácter... Está acostumbrada a ser jefa de tribu y, por tanto, a no poder hacer el indio. De ahí también su obsesión por ser práctica y tener el futuro asegurado o una casa a donde ir por si mañana hay que hacer mudanzas.... Un mañana que no acaba en La Moncloa. Eso repite en casa: a los 47 años se es joven para empezar de nuevo otra vida. 

Sus dotes de gran observadora y su innata intuición, hasta la fecha certeras, le avalan en sus juicios y sentencias -que también las hace-, y le han conferido la condición de ayuda insustituible de Aznar. 

El es menos introvertido gracias a su mujer que, para más inri se defiende en varios idiomas. A nadie le resulta ya una novedad esa frase: «O va Ana o no hay cena». 

Ana Botella es un cartel que gana votos y ahora es momento de sumar apoyos. ¿Por qué se va a desperdiciar un arma guerrera tan eficaz? 

Dicho y hecho, la mujer del candidato a la reelección como presidente del Gobierno ha conseguido lo que tantas mujeres de nuestra sociedad alcanzan cuando demuestran ser avispadas para los recados: el pluriempleo; en este caso, la responsabilidad de hacer campaña como un candidato, pero sin otra aspiración política que seguir estando al lado de. 

Porque Ana Botella es la mujer al lado de Aznar, no la mujer detrás de Aznar. Mucha Ley de Conciliación de la Vida Laboral y Familiar para terminar siempre en lo mismo. Yen La Moncloa no iban aser menos que el común de los mortales. Esto es: que la mujer ya no trabaja sólo en casa, sino también fuera; lo que quiere decir que la famosa conciliación, al final, no es más que una ampliación. 

Con lo que todavía está pendiente, no ya que el hombre se corresponsabilice en las tareas del hogar, sino también reducir la altísima tasa de paro femenino, o que la mujer cobre mucho menos que el hombre para igual trabajo, o los múltiples problemas familiares y laborales que aún conlleva embarazarse en el país con el índice de natalidad más bajo del mundo. De todo esto, con toda seguridad, le habla. 

Eso sí, igualdad por tener coco, no por cuotas femeninas, aunque este convencimiento no haya sido óbice para colaborar a que la mujer tenga mayor protagonismo en su partido. 

Ahora bien, rechaza de plano ser la Hillary o la Evita Perón española. Quiere ser simplemente Ana y, dada su arrolladora personalidad, no sorprende que no le hagan ninguna gracia las comparaciones. 

En cualquier caso, Ana ha aportado un factor clave en la vida pública de Aznar: ha conseguido acercar la vida de un hombre político a la imaginación de la gente. 

Ya no es suficiente con acompañarle a los mítines; ella puede hacer más, y lo hace, además, orgullosa de sentirse un valor en alza dentro y fuera de casa. 

El matrimonio se ha repartido las faenas y a ella le ha tocado sumar una nueva, que es la responsabilidad de lidiar en aquellas plazas donde el viento dificulta la faena. Cada día un reto; ése es otro elemento característico de su genoma vital. 

Y es que Ana Botella es vital e inquieta, es una esponja que absorbe todo cuanto sucede a su alrededor. Es una mujer receptiva y que controla las situaciones, incluso cuando algo no le gusta tiene la habilidad de hacerse la loca cambiando de tema. 

Pero, en esos casos, si la observas bien, como mujer de carácter explosivo que es, su rictus delata el desagrado, aunque rápidamente recomponga el gesto. Ha aprendido a hacerlo a lo largo de los años que lleva en primera línea. 

Como decía Séneca en su carta a Lucilio: «Apresúrate a vivir bien y piensa que cada día es, por sí solo, una vida completa». Esto es algo que la mujer de Aznar lleva grabado a fuego, sobre todo, después de aquel 19 de abril de 1995; el día en el que el entonces jefe de la oposición se salvó milagrosamente del atentado de ETA. 

Desde entonces, Ana Botella se empeña en ver la copa medio llena. Se empeña en disfrutar con los cinco sentidos los buenos momentos que vive, como si de algo excepcional se tratara, ya sea de mitin en mitin, cenando con Clinton, charlando con su familia, o con cualquier ciudadano que se acerque a saludarle. ¡Qué premonición la de su padre al poner en la cuna de Ana un cartel en el que se leía Prohibido Tocar!

El don de la presencia 

Hay quien critica su protagonismo, al que califican de excesivo. Eso, al fin y a la postre, no es más que un halago ya que, en definitiva, lo que se le viene a reconocer es que Ana Botella tiene presencia. 

Presencia, otra palabra mágica que persigue, a veces sin éxito, todo aquel que quiere tener una notoriedad pública. Ya saben: «Lo que natura no da, Salamanca no lo presta». Y ese don lo pone al servicio de la lucha electoral. 

Otra cuestión bien distinta es que se esté de acuerdo o no con las ideas que defiende: las formas de abordar la igualdad, el aborto, la inmigración... elementos significados que son los que hacen que los ciudadanos se decanten por una opción u otra. 

Además, evidentemente, del empleo, los impuestos, la sanidad, la justicia o la educación. 

Católica practicante, valora la familia y la fidelidad. Se separaría por un hecho grave, pero no se divorciaría ni pediría la nulidad «porque sé que mi matrimonio es válido». Como válida es, y no se le puede negar, su eficacia para ser escuchada; el sí o el no ya dependen de todos ustedes. 

Ana Botella, en cualquier caso, se ha transformado en una voz diáfana de lo que piensa su partido, y eso no está mal, dado que, desde hace años, se nos ha hurtado uno de los formatos para discernir entre los principales candidatos a presidente del Gobierno: los famosos y efímeros cara a cara. Tampoco estaría mal una confrontación dialéctica entre las «candidatas a segunda dama del país». 

Allí aparecería lo que más le importa a ella: que Ana es, simplemente, Ana. 

Beatriz Pérez-Aranda es coautora del libro Ana Botella. La biografía 

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