Luis
G.
del
Cañuelo


De Alberdi o de ¿qué hay de lo mío?
Declara muy ufana
al diario La Razón
la tránsfuga Alberdi, flamante presidenta
del Consejo Asesor de Madrid contra la Violencia de Género:
“Nadie puede negar que soy la persona idónea para el cargo. Nadie tiene un
perfil tan adecuado para el puesto como yo. Habrá personas que tengan una
trayectoria similar a la mía, de dedicación durante 20 ó 30 años a defender a la
mujer, pero más adecuada que yo es difícil de encontrar”. Carga contra Rafael
Simancas: “Son muy miserables las declaraciones de Simancas sobre la supuesta
mala intención de este nombramiento. Sus palabras reflejan su limitada capacidad
moral y con ellas se retrata (...) Él no puede concebir que el PP tome
decisiones altruistas que busquen lo mejor para las mujeres”.
Cristina
Alberdi, sin careta ya, en el PP. Fuera máscaras, aunque se acerque el Carnaval.
Se cayó del caballo, esta conversa de pitiminí, cuando olfateó que dentro el
campamento socialista iba a tener que abandonar su rinconcito en el puente de
mando. Olvidó sus entusiasmos felipistas de antaño, tan cercanos, por otra
parte, y se dedicó a seducir al PP. Lanzó sombras de sospecha sobre el PSOE,
ella ex presidenta de la FSM, a propósito de la crisis de Madrid, cuando los
traidores le dieron la vuelta a la tortilla electoral y propiciaron que
Esperanza Aguirre alcanzara, por caminos espúrios, la presidencia del Gobierno
regional. Los palmeros mediáticos de la derecha la aclamaban, la jaleaban, ¡qué
entereza!, ¡qué valor! ¡qué ejemplo de ética!, ¡oh, Cristina, eres fantástica! Y
ella, tan fina, seguía defecándose en Zapatero, mientras se envolvía en la
bandera española, cual si su cuerpo de pija ex progre fuera el mástil de la
plaza de Colón.
Sigue
haciéndolo. Tiene que acumular aún más méritos. Y mostrar su gratitud. En ABC
arroja más detritus: “El PSOE está en unas manos lamentables”. Y añade:
“El pacto del tripartito catalán ha sido un error monumental”. ¡Maragall,
dimisión! ¡Viva Aguirre! Dice Alberdi: “Sí, admiro bastante a Esperanza Aguirre
como presidenta. Ojalá que haya muchos liderazgos de mujeres, habría menos malos
tratos, porque se daría una imagen de la mujer ligada a la autoridad y al
prestigio”. ¿Quién defiende la estabilidad institucional? “A día de hoy, el PP,
porque el PSOE nos quiere meter en un proceso constituyente”, proclama la
conversa. Más clara estuvo en la COPE, la cadena de la Iglesia católica: “Me
atengo a las encuestas. No sé qué va a ocurrir, pero parece que el PP tendrá
mayoría suficiente para gobernar. Esto sería positivo para la estabilidad
institucional, porque a saber en qué aventura nos adentraremos si ganan otros”.
En la
COPE hasta criticó a Felipe González. Al principio de su mezquino camino hacia
Damasco, Alberdi procuraba salvar a González y lo contraponía a Zapatero. Pero
ahora ya no se corta. ¡Mira que resaltar González que si no gana el PSOE,
el drama está servido! “En democracia hay que dejar a los ciudadanos que decidan
sin amenazas”, aconseja esta mosquita muerta, la ex ministra de González, émula
de Miguel Boyer. El PP no amenaza, es ejemplo de tolerancia, de diálogo, de
incansable búsqueda de consenso. No como el PSOE, que está siendo un “rehén” de
un partido nacionalista como ERC que está en contra de España. Al PSOE la “falta
firmeza”, lo de Cataluña es “una estafa”, mientras que el PP, asegura, muestra
su “decencia en el consenso constitucional”.
En fin, pobre
Cristina, nuevo icono de los conservadores. Con su pan se lo coma. Se ha pasado
al bando de Aznar. Javier Tusell acaba de publicar el libro El aznarato.
El Gobierno del Partido Popular 1996-2003. Sostiene Tusell, por ejemplo,
que comparar a Aznar con Franco “es una comparación bastante acertada, no en el
sentido de que sea un dictador ni que reproduzca el ideario franquista, sino
porque tiene las pequeñas habilidades que él tenía: en el sentido del tiempo, en
la distribución de cargos, en su timidez y su dureza. No se parece a Maura, ni a
Gil Robles, ni siquiera a Fraga. Se lo oí decir a Cabanillas padre: “Durará más
de lo que la izquierda cree, porque tiene esas habilidades”. Kindelán decía
que Franco tenía muchas de las pequeñas virtudes y ninguna de las grandes. Con
Aznar pasa algo parecido. Es muy posible que la historia sea cruel con él (...)
Responde a la ideología de lo muy español. Era falangista a los 16 años y
escribió en la revista SP en el más puro estilo joseantoniano. Era muy joven,
pero a los 26, ya un hombre, en el periódico La Nueva Rioja veía como un
peligro que se cambiaran las calles con los nombres de José Antonio o Franco”.
Cristina se
encuentra ubicada, con mayor entusiasmo si cabe, en el bando, o sub-bando, para
ser más exactos, de Esperanza Aguirre. Tusell destroza a quien Alberdi tanto
admira ahora: “Hablo desde primera fila. Estuve en la comisión del 98 y pude ver
cómo atribuía un libro de Baroja a Azorín. Con el cambio que propuso en
Humanidades provocó la guerra. Luego Rajoy pacificó y con Pilar del Castillo ha
vuelto el desastre y el encono. No soy votante socialista y ahora mismo no sé
que votaré, pero entre Mercedes Cabrera y Pilar del Castillo hay decenas de años
luz, y entre Mercedes Cabrera y Esperanza Aguirre hay centenares de años luz.
Aguirre no sabía, no tenía un equipo homogéneo y su gestión de la educación, que
debería haber sido consensuado, fue francamente catastrófica”.
Tusell se
confiesa católico practicante. Pero se horroriza ante “¡lo de la enseñanza
religiosa!”. “No me gusta. Rompe con lo que había pactado en 1979, que no
tuviera privilegios”. Gregorio Peces-Barba es más contundente. Advierte que el
PP intenta terminar con la autonomía universitaria y ha entregado el país a la
Iglesia, “la misma que dice a los juristas católicos que no intervengan en
procesos de divorcio y permite que tres cardenales casen al Príncipe de
Asturias. Me parece muy bien que el Príncipe se case con quien quiera, pero el
proceder de la Iglesia es un ejemplo más de su fariseismo”, clama Peces-Barba,
monárquico no sólo de corazón en cuanto a Juan Carlos, sino, como señala el
director de El Siglo, mi querido amigo José García Abad en su reciente y
magnífico libro La soledad del Rey, monárquico incluso de convicción.
Gregorio
Peces-Barba, siempre tan sobrio, se ha desmelenado. Apenas nadie ha remarcado su
notable discurso en Oviedo, en el acto de presentación de las candidaturas de la
Federación Socialista Asturiana a los comicios del 14 de marzo. Menos aún se
hicieron eco las televisiones, casi todas ellas al servicio de La Moncoa, como
denunció el otro día en el Siglo XXI Felipe González, e inmediatamente la jauría
volvió a ir a por él, a la yugular. Según el rector de la Universidad Carlos
III, el Gobierno del PP ha hecho de la “mentira y la manipulación el núcleo de
su estrategia”. Puso como ejemplos dos hechos poco discutibles: la guerra de
Iraq o el proceso de privatización de las empresas públicas. La etapa de
“corrupción tremenda” del PSOE, que le costó el Gobierno, fue sólo “un juego de
niños” en comparación con la actualidad. El Gobierno español se caracteriza por
la “sumisión” a EE UU. Más fuerte aún: la manipulación informativa del PP evoca
el nazismo, asegura Peces-Barba.
Tal es el
paraíso al que se ha encaminado Cristina Alberdi. Dice que se fía de las
encuestas. Se atiene a las encuestas. Si los resultados que se pronostican hoy
por hoy fueran distintos, si Zapatero apareciera como triunfador, Cristina iría
a sus mítines, aplaudiría con vehemencia, se colaría en la primera fila,
movilizaría a sus amigas y amigos, criticaría duramente al PP, a José María
Aznar, a Rajoy y también a Esperanza Aguirre. ¿Qué hay de lo mío, José Luis, le
diría un minuto después de haber sido proclamado presidente el líder socialista.
“Siempre he confiado en ti, José Luis. Qué maravilla el tripartito, verdad. Un
momento, José Luis, ¿qué hay de lo mío?”.
16.02.04