" Escenarios para un golpe de papel"

RESUMEN DE LA CONSPIRACIÓN
 ( Publicado por La Vanguardia, el 22 de febrero de 1998 )


"Escenarios para un golpe de papel". "Cómo se gestó y desarrolló el plan que puso al límite la estabilidad del Estado"

El lunes 25 de julio de 1994, el diario "ABC" publicaba la noticia de una reunión secreta entre José María Aznar y Julio Anguita, celebrada en el domicilio de Pedro J. Ramírez en la calle Marqués de Riscal. La filtración no gustó a los reunidos, que se habían impuesto la máxima discreción. En aquella cena se gestó la "pinza" contra Felipe González. La idea de que "¡hay que acabar con el felipismo para regenerar el sistema!" estuvo presente en las conversaciones, según escribió más tarde una biógrafa autorizada del director de "El Mundo". Pedro J., un periodista al frente de un diario del que era accionista el procesado Mario Conde, reunía al líder de la derecha y al de la izquierda y sugería "un pacto a la griega". Desde luego no figuran en los manuales del periodismo tales manejos como consustanciales al oficio, pero así fue. A los postres, Pedro J. regaló los ocho tomos de la "Historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano", de Gibbon, a Aznar y Anguita, mientras subrayaba: "Ya veis, si algo tan sólido y aparentemente imbatible como el Imperio Romano hubo un momento en que cayó, ¿cómo no va a caer el César González?"

Regenerar el sistema fue el pretexto esgrimido por un grupo de periodistas, juristas y financieros para conspirar y terminar con la figura política de Felipe González, en primer término, y conseguir la abdicación del Rey, en segunda instancia. Así lo ha explicado a la revista "Tiempo" esta semana Luis María Anson, ex director de "ABC" y que asistió a muchas de las reuniones donde se discutían estos asuntos. La fórmula empleada para conseguir estos fines, según ha dicho el propio Anson, fue elevar la crítica y la crispación "hasta rozar la estabilidad del Estado". Tenían buenas excusas: los GAL, el secuestro y tortura de Lasa y Zabala, la malversación de los fondos reservados, la vida y milagros de Luis Roldán y un rosario de escándalos ocurridos durante el gobierno socialista que el propio González no supo cortar tras las elecciones de 1993 proporcionó la munición que, hábilmente empleada y en ocasiones magnificada, sacudió la vida pública española. Mientras, las corrupciones de otros partidos (como los avales del Caric, que salpicaron a CDC; los casos Naseiro, Hormaechea y del alcalde de Burgos, que empantanaron al PP, o las concesiones de las tragaperras, que afectaron al PNV) pasaban de puntillas en esa prensa. Aparentemente, sólo había corrupción socialista.

Un artículo de José Luis de Vilallonga en "La Vanguardia", publicado el 22 de agosto de 1994, puso sobre la pista de que estaba ocurriendo algo. Los propios conspiradores ridiculizaron aquel escrito. Ahora lo ha contado un testigo de excepción de aquellos acontecimientos, pues no en vano Anson estuvo allí. Para que el PSOE perdiera de una vez las elecciones confluyeron los intereses de un grupo de periodistas, agrupados en una autodenominada Asociación de Escritores y Periodistas Independientes, y personajes como el notario Antonio García-Trevijano, todos ellos bajo la sombra de un ex banquero en apuros que tuvo aspiraciones políticas, Mario Conde. La información que recibieron alimentó tertulias radiofónicas y portadas de periódicos; un armamento suministrado y dosificado por el propio Conde y por gente como el ex espía Perote, y que llegó a contaminar a jueces que ahora han quedado salpicados por el asunto, como Javier Gómez de Liaño. Estos son los escenarios en los que se desarrolló esta trama. La soleada mañana del sábado 13 de agosto de 1994 un grupo de profesionales de la pluma reunidos en el club La Quinta de Marbella, junto a los "greens" del campo de golf, constituyeron una "asociación independiente en defensa de la libertad de expresión". El consejo fundador de la Asociación de Escritores y Periodistas Independientes (AEPI) estaba integrado por Luis María Anson, José Luis Balbín, Antonio Burgos, Camilo José Cela, Julio Cerón, Antonio Gala, José María García, Antonio García-Trevijano, Teodoro González Ballesteros, José Luis Gutiérrez, Antonio Herrero, Federico Jiménez Losantos, Julián Lago, Manuel Martín Ferrand, José Luis Martín Prieto, Luis del Olmo, Raúl del Pozo, Pedro J.Ramírez, Pablo Sebastián y Francisco Umbral.

En su declaración de intenciones denunciaban "el daño a la libertad de expresión que causan el Gobierno y los grupos de presión afines". Umbral leyó un romance titulado "El sindicato del crimen" que decía: "Los Dalton están llorando / al pie de una rotativa / porque Jesús de Polanco / sólo publica mentiras".

"El Mundo", que tenía la alineación titular y parte del banquillo en el equipo, dio noticia escrita de la constitución señalando que la AEPI nacía en un momento de tensión entre poderes públicos y editores afines frente a los medios y escritores independientes (sic), "precisamente cuando los hechos probados han dado la razón a quienes denuncian la corrupción política y el desprestigio del régimen que encarna Felipe González". El primero en irse fue Del Olmo: "Estuve en la AEPI junto a otros ilustres colegas, pero en cuanto olimos la mierda que allí había salimos zumbando".

La frustración del 93

Lo cierto es que desde la victoria electoral del PSOE en 1993, que el PP nunca asumió ( Arenas llegó a insinuar irresponsablemente que había habido pucherazo ), cada día desde los citados diarios y desde la Cope se sacaba punta a cualquier elemento para embrutecer la imagen socialista. En un debate del Col¸legi de Periodistes celebrado en Barcelona, Antonio Franco dijo que determinados periódicos suministraban "carne de cerdo para que las radios hagan luego sus albóndigas". Pedro J. Ramírez se defendió en su turno de réplica: " Puede que engañemos a la gente, pero no será por una equivocación en una información, sino por las cosas que dejamos de publicar ". En cualquier caso, el columnista Federico Jiménez Losantos reconocía que la verdadera oposición era la prensa. El 4 de septiembre Felipe González declaraba en una entrevista que había "un proceso, más o menos organizado, de deslegitimación institucional que toca no sólo al Gobierno, sino a todas las instituciones".

El papel de Pedro J. Ramírez no puede pasar inadvertido. Esther Esteban escribió una biografía del periodista titulada "El tercer hombre. Pedro J. Ramírez, la pesadilla de Felipe González", en la que cuenta que durante 1994 la vivienda del director de "El Mundo" fue escenario de una cena en la que estuvieron invitados José María Aznar y Julio Anguita y donde se pusieron las bases de la estrategia de la "pinza". IU y el PP actuarían como en un partido de dobles y Ramírez haría de juez árbitro en su periódico. El objetivo de los tres era el desalojo de González del poder. Nadie ha desmentido la cena y su objetivo, lo que hubiera sido relativamente fácil porque los tres personajes presentaron públicamente el libro de Esther Esteban.

Al mes de ganar las elecciones del 3 de marzo de 1996, Rodrigo Rato invitó a José María Aznar y a Pedro J. Ramírez a su finca en la localidad madrileña de Carabaña. Allí, el vicesecretario general del PP y vicepresidente "in pectore" del Gobierno compartió balcón con el matrimonio Aznar y la pareja Ramírez y Agatha Ruiz de la Prada, a fin de contemplar la escenificación de la Pasión viviente. La foto publicada en la portada de "El País" era el testimonio gráfico de un agradecimiento.

En la primera salida pública, el futuro presidente se hacía acompañar por un director de periódico a quien consideraba no sólo su amigo, sino también su aliado. Esta amistad se pondría de manifiesto después del escándalo del vídeo sexual de Pedro J. Ramírez; cuando en los mentideros madrileños se subrayaba que el director había caído en desgracia, los Aznar abrieron las puertas del palacio de la Moncloa a Pedro J. Ramírez y Agatha Ruiz de la Prada. Fue poco antes de Navidad y el ágape se divulgó lo justo; Aznar es un hombre agradecido.

La conjura anunciada

Don Juan Carlos es un ganador y no le gusta perder ni al dominó. El verano de 1994 el "Bribón" consiguió en el último momento la victoria en alta mar, a pesar de que las preocupaciones de su patrón, el Rey, estaban en tierra. El presidente del Gobierno le había comentado las maniobras orquestales contra él por parte de algunos periodistas y financieros. Las relaciones entre González y el Rey eran buenas, lo cual disgustaba a la derecha, a la que le hubiera gustado patrimonializar en su favor al jefe del Estado. Desde el PP se oían voces partidarias de marcar distancias con la Corona, pues consideraban que el presidente se estaba enrocando tras el Rey sin que éste lo denunciara. Por todo ello don Juan Carlos quiso poner la información al baño maría. Y en esas llegó Anson con la misma música. El director del "ABC" era un conservador, pero por encima de todo un monárquico que no podía traicionar a la institución por la que había trabajado toda su vida. Así que cuando la conspiración contra González apuntó a la Corona se sintió impelido a advertir a quien correspondía.

El artículo del escritor José Luis de Vilallonga, autor de una biografía autorizada del Rey, fue la noticia del verano. Vilallonga publicó en "La Vanguardia" una "Carta desde París" en la que exponía que estaba en marcha una confabulación para desestabilizar a Felipe González y Narcís Serra, que comportaría una campaña en favor de Aznar, "un hombre que durará lo que queramos que dure", y la filtración de "pequeñas noticias en detrimento de la figura del Rey". Además, ponía nombres a la conspiración, aunque algunos estuvieran en elipsis: el ex banquero Mario Conde, el periodista Pedro J. Ramírez y el ex notario Antonio García-Trevijano. Los columnistas del llamado "sindicato del crimen" descalificaron la información del aristócrata y, obsesionados con la contrainformación, no descubrieron que el artículo no era la fabulación de un monárquico al Sol de Mallorca. Vilallonga había estado dos veces en el palacio de Marivent aquel mes de agosto, una de ellas para llevar una copia del escrito que vería la luz el día 22 de agosto y que el Rey había guardado bajo llave.

Vilallonga intentó desinflar el globo conspirativo haciendo pública la maniobra y el nombre de sus pilotos. Es curioso ver cómo un año antes en las páginas de "El Mundo" el constitucionalista Jorge de Esteban escribía algo que parecía una invitación: "La existencia de una prensa libre en nuestra democracia ha acabado por derrumbar el tabú de que el jefe del Estado no podía ser criticado". Desde entonces han ido goteando los intentos de dañar la imagen de la Corona. Especialmente grave fue la maniobra de Javier de la Rosa, que actuaba como compañero de viaje de Mario Conde en su pretensión de escapar a una condena. Éste quiso implicar al Rey en una malversación de fondos en Torras, a través de Manuel Prado y Colón de Carvajal, amigo de don Juan Carlos y socio del financiero catalán en el pasado. Dos periodistas de "Diario 16" publicaron en 1995 un libro en el que De la Rosa declaraba: "Haberme metido en la cárcel le va a costar la Corona al Borbón". Se intentó utilizar unas cartas con falsos membretes de la Casa Real para justificar el desvío de parte de los 500 millones de dólares que le reclamaba el grupo KIO. De la Rosa arguyó que estos pagos iban destinados a políticos para financiar un "lobby" favorable a los intereses kuwaitíes durante la guerra del Golfo. Manuel Prado desvinculó a la Corona de su actividad como empresario y socio de Javier de la Rosa. Luis María Anson tituló en portada de "ABC": "Trifulca de financieros".

Pero en los últimos tres años y medio han aparecido más informaciones torticeras que apuntaban al palacio de la Zarzuela, como la divulgación de escuchas del Cesid al Rey, donde aparecían los nombres de Manuel Prado o el príncipe Zourab Tchokotoua, filtradas por la extraña pareja Conde-Perote. También se ha dado publicidad a unas fotos antiguas de don Juan Carlos tomando el sol sin bañador en la cubierta del yate "Fortuna".

Estas imágenes fueron publicadas en la revista italiana "Novella 2000", del grupo Rizzoli, accionista mayoritarios en la sociedad editora de "El Mundo", después de que cuatro años antes las hubiera retirado de la circulación Javier de la Rosa para ganarse el favor de la Zarzuela. Por cierto, que el diario de Pedro J. y "Época" airearon la noticia y reprodujeron las páginas de "Novella 2000", que era una manera indirecta de dar publicidad a las fotos.

Un extraño suceso en el chalet de la actriz Bárbara Rey, por el cual ésta denunció el robo de unos materiales de su caja fuerte, intentó ser utilizado igualmente contra el Monarca. De nuevo se quiso involucrar el nombre de Prado y nadie entendió que la actriz acudiera a Mario Conde, antes que a la policía, para contarle el suceso.

A pesar de esta campaña, la Corona siguió siendo la institución más valorada en las encuestas del CIS en las siguientes semanas. El prestigio de don Juan Carlos dentro del país, pero también fuera de las fronteras, era el resultado de varios sumandos: su papel encauzador en la transición, su defensa de la legalidad democrática el 23-F, su consolidación con un partido de base republicana como el PSOE y su dimensión como imagen moderna de España en el mundo. Como dijo el Rey en su viaje de hace un año a Luxor, mientras la Reina daba siete vueltas alrededor de un escarabajo de granito rojo para que le diera suerte: "La suerte no hay que tentarla; es como el surf, hay que ir en la cresta de las olas pero dejando que la tabla te lleve, aunque con la mirada en el horizonte. En caso contrario, te revuelca."

El vuelo de Ícaro

Mario Conde es la representación del mito de Ícaro, que intentó volar hasta el sol y se le quemaron las alas de cera en el intento. En 1990, muchas madres querían que sus hijos fueran como él, el joven abogado del Estado que, haciéndose a sí mismo, había llegado a la presidencia de Banesto. En las Navidades de 1994, cuando ingresó en la prisión de Alcalá-Meco acusado de estafa y apropiación indebida, la mayoría de españoles entonaban la conocida frase de "ya decía yo...".

Mario Conde es un personaje que ha sufrido muchas transformaciones en su vida. La última fue de muchacho alado a gárgola de temibles garras. Su primer revés conocido fue el intento de dominar un grupo de empresas de comunicación que incluía diarios, emisoras de radio y cadenas de televisión como paso previo antes de arrojarse a la arena política como representante de un nuevo sector moderado de la sociedad española.

Pero, precisamente, el primer desengaño fue no conseguir el control del Grupo Godó en 1992. Si una característica tiene Mario Conde es no amilanarse, así que, de la mano de Antonio Asensio, se hizo con un paquete accionarial de Antena 3 Televisión. En aquel momento, por medio de Banesto, Conde y su equipo poseían el 24,9 % de las acciones de esa cadena, el 12,5 % del Grupo Z, el 50 % de la revista "Época" --dirigida por Jaime Capmany--, el 20 % del diario "El Independiente" --al frente del cual estaba Pablo Sebastián-- y, oficialmente, el 4 % de "El Mundo", el proyecto de Pedro José Ramírez.

Este poder en los medios de comunicación no le bastó para hacer frente a los problemas de Banesto. El 28 de diciembre de 1993, el Banco de España ordenó la destitución del consejo de administración del banco. Los problemas de Mario Conde no finalizaron ahí. El 16 de noviembre de 1994, la fiscalía de la Audiencia Nacional presentó una querella contra él. Entonces echó el primer pulso, puesto que un grupo de fiscales de este departamento se opuso a la iniciativa. Las cabezas visibles de esta rebelión judicial eran Eduardo Fungairiño, nombrado jefe de la Fiscalía por el PP, y María Dolores Márquez de Prado, compañera sentimental del juez Javier Gómez de Liaño, cuyo hermano, Mariano, es el abogado de Conde. Se les bautizó como "los indomables", siendo su principal característica enfrentarse a su superior jerárquico, José Aranda.

La rebelión de los fiscales fue el primer síntoma de que la querella contra Conde había dinamitado la Audiencia Nacional. Pero el juez García Castellón siguió con el sumario y, tras tomar declaración durante cinco días a Mario Conde, le envió a prisión el viernes 23 de diciembre de 1993, acusándole de estafa y apropiación indebida cuantificada en 7.000 millones de pesetas. Conde dejará el presidio bajo fianza de 2.000 millones de pesetas el 31 de enero siguiente.

Mario Conde tuvo como compañero de paseos en Alcalá-Meco a Julián Sancristóbal, ex director general de la Seguridad del Estado encarcelado por el caso GAL. En las charlas carcelarias, Sancristóbal dio a Conde varios cromos para su colección, completada luego con su relación con el Perote. Éste y Conde fueron sorprendidos en una reunión celebrada en un chalet de las afueras de Madrid en junio de 1995, cuando algunas informaciones sobre prácticas del Cesid, como escuchas telefónicas irregulares a altas personalidades, entre otras al propio Rey, habían ya aparecido en "El Mundo". El 18 de junio, el juez militar ordenó la detención del coronel Perote, a quien se imputó haberse llevado a casa 1.200 microfichas del Cesid cuando el espía salió del servicio secreto. Parte del contenido de estos informes fue posteriormente publicado en la prensa.

Conde y Perote compartían abogado, Jesús Santaella, y sería él quien escribiría con letra más clara el capítulo sobre el pulso que sostenía el ex banquero con el Gobierno socialista. Santaella, que ocupó un alto cargo de Justicia con UCD, pidió a Adolfo Suárez que mediara ante González para conseguir una entrevista. El motivo: intercambiar la información sensible sustraída del Cesid por 14.000 millones de pesetas y un trato de favor en los procesos judiciales abiertos contra el ex banquero. En la entrevista estuvo presente el ex ministro de Interior y Justicia Juan Alberto Belloch. De esta incomprensible reunión no salió ningún acuerdo. El sello de los GAL, la implicación de guardias civiles en actos ilegales en la lucha contra ETA y las actividades del Cesid fueron filtradas a determinada prensa.

La batalla no sólo se disputaba en la Moncloa. También en el Consejo Superior del Poder Judicial (CGPJ) se discutía si apartar del caso Conde a García Castellón para que el asunto fuera a parar a Miguel Moreiras, que luego sería expedientado y apartado de la Audiencia. Uno de los vocales del CGPJ era Javier Gómez de Liaño, quien después accedería al juzgado central de instrucción número 1 de la Audiencia, el que instruyó los casos Sogecable y Lasa y Zabala, entre otros.

Otro frente era el sumario de los GAL facilitado por las confesiones de los ex policías Amedo y Domínguez. No falta quien ve la mano del ex banquero tras el empujón dado desde "El Mundo" al arrepentimiento de ambos, quienes contaron todo lo que sabían sobre la implicación de sus superiores en las actividades de los GAL, abriendo la puerta para que Baltasar Garzón procediera contra la antigua cúpula de Interior.

Campo de batalla

José Aranda, que fue jefe de la fiscalía de la Audiencia Nacional, es un hombre reservado e incluso agrio en su trato con la prensa, pero en una de las pocas ocasiones en que se decidió a hablar no se mordió la lengua. En una entrevista publicada en verano de 1996 centró en la presentación de la querella contra Conde, en 1994, todos los problemas de su departamento.

Al final, la justicia ha sido el último frente de batalla de esta conspiración. La trascendencia de los casos que llegaban a los tribunales y la enjundia de los personajes que jaleaban su difusión ha hecho a los jueces que trataban estos asuntos tan famosos como astros del fútbol. Sólo bajo esta presión se entiende que sea tan polémico elegir a los magistrados de la Sala Segunda del Supremo, que juzga los casos de los aforados.

Por la Audiencia Nacional y el Supremo han pasado políticos, como José Barrionuevo o Rafael Vera; se ha investigado a financieros como Mario Conde y Javier de la Rosa, y se ha dirimido una despiadada guerra entre medios de comunicación con el caso Sogecable. Y, siempre, se ha dibujado desde distintos sectores la larga mano de Conde como agitador de los procesos judiciales.

Mientras la fiscalía de la Audiencia Nacional presentaba la querella contra el financiero, los ex policías Amedo y Domínguez rompían a hablar y volcaban a través de "El Mundo" todos los recuerdos que tenían sobre el secuestro de Segundo Marey y el inicio de los GAL. Esos datos eran confirmados al día siguiente de su publicación ante el juez Baltasar Garzón, un juez que se convirtió en una pesadilla para los socialistas después de su tránsito por la política como número dos del PSOE por Madrid y tras renunciar a su escaño por sus discrepancias con Felipe González.

La querella contra Mario Conde reventó la fiscalía de la Audiencia Nacional. El conflicto entre Aranda y los fiscales "indomables" se saldó con la remoción del primero y expedientes para sus opositores. Al final, sólo María Teresa Márquez de Prado ha sido trasladada y Eduardo Fungairiño, cabeza visible de los "indomables", es el nuevo fiscal jefe de la Audiencia Nacional.

El último embrollo judicial es el caso Sogecable, en el que parecen unirse casi todos los elementos de la conspiración. En resumen, se trata de la querella presentada a instancias de Jaime Capmany contra la sociedad que explota Canal +, de la órbita de Jesús de Polanco, a quien acusaron de quedarse con los depósitos de los abonados.

El asunto fue a manos de Javier Gómez de Liaño, quien fue recusado por Sogecable. Al resolver el trámite, Baltasar Garzón dictó un auto en el que decía conocer maniobras para lesionar a Prisa, considerada por la AEPI como el sostén mediático del felipismo.

Según una información publicada el viernes por "El País", Anson --como parte de una acción que ya se conoce como la ansonada-- comunicó a Barrionuevo y Vera que Mario Conde quería acabar con el sistema usando el poder judicial. Conde ha dicho que no es verdad, pero es evidente que muchos intereses confluyeron en un solo sentido, intereses reforzados por vínculos familiares y mercantiles. Véase. El ex banquero fue accionista de algunos de los medios más virulentos en sus ataques al PSOE. Muchos de estos periodistas se agrupaban en la AEPI. Uno de sus miembros, Jaime Capmany, director de "Época", impulsó la querella contra Sogecable, que fue ratificada por Jesús Cacho, columnista de "El Mundo" y "Época", y que fue instruida por el juez Javier Gómez de Liaño. El hermano del magistrado, Mariano, es abogado de Conde. Pero la compañera sentimental de Javier Gómez de Liaño, María Teresa Márquez de Prado, tiene una hermana casada con el hijo de Jaime Capmany. Cuando el Supremo llamó a declarar a Márquez de Prado por el conflicto entre Garzón y Liaño por el asunto Sogecable, su abogado fue Jesús Santaella, el letrado de Conde y Perote. Y, al final, el Supremo ha abierto una causa a Javier Gómez de Liaño al sospechar que pudo prevaricar en el caso Sogecable.


CARTA DE PARÍS : García Trevijano
JOSÉ LUIS DE VILALLONGA

Tengo en Madrid un par de informadores -uno de ellos es un ex agente del Mossad- que nunca me han fallado. El primero me predijo con muchos meses de antelación la caída del Banesto y de su presidente. El segundo me anunció los futuros amores políticos de Felipe González y de Belloch cuando éstos apenas si se conocían. Ahora mis dos informadores me revelan la existencia de una confabulación que pretende desestabilizar al Gobierno, provocar la abdicación del Rey y proclamar una república de la cual sería presidente el ex notario y hombre de negocios Antonio García Trevijano.  

Según mis informadores, los protagonistas de esta operación serían el susodicho García Trevijano, un conocido medio de comunicación poco dado a los escrúpulos éticos y que cuando lo cree conveniente roza abiertamente el amarillismo, un personaje allegado a Alfonso Guerra cuyo nombre me reservo por medidas de seguridad y un ex banquero que financia regularmente las campañas antigubernamentales emprendidas por el citado medio. Todo esto suena a broma pero no lo es.  

Me dicen que Luis María Ansón, entre otros, se lo toma muy en serio. La operación se llevaría a cabo por etapas. Primero se desestabilizaría al Gobierno atacando sin tregua a Felipe González en sus horas más bajas. Esta vez los ataques serían de carácter más personal que político. Se atacaría simultáneamente a Narcís Serra, aprovechando su actual vulnerabilidad y desamparo. Paralelamente se haría una fuerte campaña en favor de Aznar, "un hombre que durará el tiempo que queramos que dure", según palabras de uno de los conjurados.  

Con cuidada sincronía se irían filtrando pequeñas y breves noticias en detrimento de la figura del Rey, para acabar publicando un dossier que comprometiera gravemente al Monarca en algún escándalo irreparable. Todos los periodistas sabemos lo fácilmente que se monta un falso dossier en el cual se involucra a la persona que se pretende destrozar. Según los estrategas de la operación, el Rey, harto de tanta basura, acabaría por abdicar en su hijo don Felipe, el cual, dada su juventud y su inexperiencia política, sería más fácil de manejar, facilitando sin oponer resistencia el paso de la monarquía a una república presidida por el inefable García Trevijano. No parece que ninguno de los conjurados conozca bien ni al Rey ni al Príncipe, porque de lo contrario no se las prometerían tan felices.  

¿Pero quiénes son estos señores que pretenden desviar en beneficio propio el curso de la historia de España? Yo sólo conozco bien al ex notario. Del hombre que financia la operación sólo sé que siendo un especulador metido a banquero consiguió cargarse en poco tiempo uno de los grandes bancos españoles, propinándole de paso una puñalada trapera a la poca credibilidad que estaba recuperando España en el mundo. En cuanto a la persona que dirige el medio de comunicación encargado de orquestar la campaña, suele contestar a los que le advierten del daño que la operación le puede causar al país: "A mí sólo me interesa vender papel, la monarquía me es indiferente y para cargarme al Gobierno estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario".  

De Antonio García Trevijano, ex notario en no recuerdo qué lugar de las Alpujarras -amigo íntimo del sangriento Macías y autor de la Constitución guineana que tanto ayudó a perjudicar los intereses españoles en aquel país-, tengo mucho que decir y lo haré un día con más espacio y más tiempo. Trevijano fue el coordinador, en París, de la Junta Democrática de la cual tuve el honor de ser el portavoz. Rupturista radical -cosa que no éramos ninguno de los demás miembros de la Junta-, Trevijano condenaba sin apelación a todo aquel que hubiese tenido una mínima concomitancia con el franquismo. "Hay semilla de tirano en este hombre", me decía Tristán la Rosa, periodista catalán de talante liberal y comedido. Despótico y altanero, íntimamente convencido de tener siempre razón, García Trevijano nunca supo evitar herir con su orgullo el orgullo de los demás. "Este hombre no sabe mandar, sólo sabe ordenar", me dijo un día Tierno Galván al salir de una borrascosa reunión con el coordinador.  

Este implacable Saint-Just, frustradas sus ambiciones políticas, se convirtió en el abogado y valedor de los grandes evasores de capitales en la época del derrumbe del Banco Coca. No sólo ayudándoles a sacar dinero de España, sino que también aconsejándoles en sus inversiones en el extranjero. De las correrías de García Trevijano por Brasil, en compañía del señor Miñarro y de uno de los hermanos Camuñas, se podría escribir un libro. Actualmente Trevijano hace grandes alardes de republicanismo. Pero no nos engañemos, el republicanismo del ex notario nada tiene que ver con el de una Pilar Rahola. Trevijano es republicano por despecho.  

Cuando don Juan Carlos era todavía Príncipe de España, Trevijano pretendió trabajar en la Zarzuela. Allí, para quitárselo de encima, le explicaron que podría ser más útil "desde fuera". Ni corto ni perezoso, Trevijano viajó a Portugal y ofreció en Estoril los servicios que habían rechazado en la Zarzuela. Pero don Juan tampoco tragó el anzuelo. Buenos son los Borbones para no calar a primera vista las ambiciones de un arribista. Entonces, sin el consentimiento del conde de Barcelona, Trevijano organizó oscuras conjuraciones con algunos generales que estaban en desacuerdo con el franquismo, sin que nunca se llegara a nada concreto.  

Hombre de muchas lecturas y poseedor de una formidable memoria, Trevijano es, sin embargo, el hombre que más se ha equivocado en sus vaticinios políticos. Su viejo odio hacia el PSOE y su odio actual hacia la monarquía es un odio obsesivo que le resta todo valor a sus razonamientos. Que don Juan Carlos haya reinado durante años en natural consonancia con un Gobierno socialista, siempre ha exasperado a Trevijano. Tengo entendido que dentro de poco publicará un libro en el que nos explicará el tremendo error que hemos cometido los españoles al no contar con él. Será un libro-ladrillo, como todos los suyos. Pero en el medio de comunicación antes citado la crítica será seguramente excelente.

Publicado en la sección de Opinión el día 22 de agosto de 1994

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