Mi abuelo Manuel


AZAÑA Y LOS AZNAR
( Jordi Solé Tura, El Periódico.15.01.98)

 

Sólo hay una línea de continuidad entre el actual presidente del Gobierno y su abuelo: el empeño en evitar que los socialistas gobiernen un Estado que la derecha siempre ha considerado su patrimonio

El presidente del Gobierno, José María Aznar, se empeñó en actuar como presentador del libro Diarios, 1932-1933 (Los cuadernos robados), de Manuel Azaña, aduciendo para ello que su abuelo era el personaje más citado por el propio Azaña a lo largo de los cuadernos y dando a entender, por consiguiente, que él, el nieto, era algo así como el continuador de la estrecha relación entre los dos personajes, amigos y colaboradores. Era como decir que a través de la entrañable amistad entre los dos predecesores, él, José María Aznar, era poco más o menos el sucesor del azañismo, el continuador de una manera de entender la política española, tal como la habían forjado los dos Manueles amigos, Azaña y Aznar.

Pues bien, la verdad es que el abuelo de José María Aznar es citado en pocas ocasiones, casi siempre de pasada y en relación con los avatares del diario El Sol y que sobre Manuel Aznar sólo hay dos citas largas. La primera está en la página 31, en la que Azaña relata una conversación con Ciges Aparicio sobre la situación de dicho periódico y recoge la opinión de éste, según la cual Aznar estaba metido hasta el cuello en el fracasado complot militar de 10 de agosto de 1932, encabezado por el general Sanjurjo, pero que por consejo de unos amigos se apartó unas semanas antes. Y añade: "Aznar --afirma Ciges-- es fascista, católico, confiesa y comulga todas las semanas; su azañismo en El Sol es fruto del consejo maquiavélico de Lequerica, seguido por Aznar, persuadido de que acentuando la revolución vendrá más pronto la reacción. Aznar le ha dicho a alguien, hace tiempo, que la salida de todo esto es la Restauración".

La otra cita está en la página 327 y dice textualmente: "Joaquín Montaner ha visto estos días a Manuel Aznar, exdirector de El Sol, que se decía muy amigo mío y me llenaba de incienso el año pasado. Cuando en Consejo de Ministros naufragó la candidatura de Aznar --tímidamente propuesta por Zulueta-- para un cargo diplomático, los sentimientos de Aznar parece que cambiaron. Dicen que ha dado 30.000 pesetas para ayudar al podrido Imparcial. Aznar se titula ahora fascista".

No deja de ser un paso adelante que el nieto de aquel Manuel Aznar que se titulaba fascista y que fue, desde luego, uno de los principales ideólogos del franquismo, como bien saben los lectores de La Vanguardia de aquellos años, que él dirigía con el título de La Vanguardia Española, sea ahora el presidente de un Gobierno democráticamente elegido. Pero si lo que José María Aznar pretende es demostrar que entre su pensamiento político y el de Azaña hay una continuidad avalada por la relación de éste con sus ancestros familiares, la cosa cambia.

Los Diarios 1932-1933 de Manuel Azaña, subtitulados Los cuadernos robados porque fueron efectivamente robados por un funcionario felón, entregados a Franco, manipulados por el esbirro literario Joaquín Arrarás, sumergidos durante décadas entre los archivos de la familia de Franco y finalmente entregados al actual Gobierno, son un imponente documento literario y político, una desgarradora narración del drama personal de Azaña y del drama político de una República joven, entusiasta, inexperta, azotada por todos los vientos y asediada por una derecha que siempre había mandado en España y que no estaba dispuesta a aceptar que el Gobierno pasase a manos de gentes republicanas y de izquierda.

Entre los temas que abordan los diarios robados hay siempre una constante: la aversión total de la derecha hacia los socialistas, considerados como el símbolo y la expresión máxima de una izquierda que osaba gobernar un país que siempre había sido patrimonio de aquella derecha. Cierto que las cosas eran complicadas, que en el seno del socialismo español no todos estaban de acuerdo en participar en el Gobierno y que más allá había una izquierda anarquista y comunista que no veía otro horizonte que la revolución social. Pero era lo menos que se podía esperar después de años, de décadas y de siglos de tanta opresión clasista.

Pues bien, salvando las distancias entre aquellos momentos y los actuales, lo que sí es patente es que la derecha española de entonces y la de ahora consideraban y siguen considerando intolerable que los socialistas puedan gobernar un Estado que siempre ha sido patrimonio de esa misma derecha. Todo valía en aquellos momentos y a Azaña se le odió, se le insultó y se le martirizó hasta límites increíbles porque no rompía su colaboración con los socialistas. ¿No es ésta, precisamente, la línea directriz de la durísima ofensiva política del PP y sus aliados mediáticos contra el Gobierno socialista en España en los últimos 10 años, igualmente basada en el todo vale ?

Una vez leído el sobrecogedor dietario de Manuel Azaña, ésta es la auténtica línea de continuidad que he hallado entre el abuelo Manuel Aznar y su nieto José María. Y, desde luego, no he percibido ninguna otra entre las concepciones políticas del actual presidente del Gobierno y las del propio Azaña.


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