AZNAR Y SU HOMENAJE PARTICULAR A LA CONSTITUCIÓN

  El Parlamento, hazmerreír de nuestra democracia

Si hay un principio verdaderamente esencial en un sistema democrático, es el principio de representación. Este se articula a través de los partidos políticos que llevan a sus representantes, elegidos por el pueblo soberano, al Parlamento. A ésta, en cuanto institución representativa de la voluntad popular, le compete, primordialmente, la función legislativa, que puede deberse a iniciativas varias. Pero el Parlamento es algo más que esa máquina legislativa, es la institución por la que debe transcurrir, por vía de debate y diálogo, la vida política de un país. Y esa vía política es la que después debe traducirse en forma legal.

 Tres atentados parlamentarios.

 Desde el inicio de la transición política hemos elegido los españoles dos Parlamentos: el primero, elegido de las elecciones del 15 de junio de 1977, y el segundo de las del 1 de marzo de este año. El primero consideró la Constitución como objetivo prioritario y fundamental de su labor, pero surgió la política del consenso, en virtud de la cual se consensuó la Constitución entre los dos partidos mayoritarios, al margen y, ¿por qué no decirlo?, a espaldas del Parlamento. La Constitución fue aprobada, sin debates relevantes, en grandes bloques sobre los que existía previo acuerdo. Y si ya había acuerdo, ¿de qué servía el debate? Este fue el primer atentado al Parlamento.

El segundo atentado lo constituyó la celebérrima sesión de investidura, a raíz de las últimas elecciones. No se admitió un debate sobre el programa de gobierno que el candidato a presidente debió presentar. Lo que pasó entonces no se hubiese tolerado en ningún país medianamente democrático del mundo. Posteriormente, ante la grave situación del orden público, se celebró una sesión sobre este tema. Pues bien, tampoco hubo debate. La mayoría de los grupos parlamentarios, a excepción de Coalición Democrática, firmaron una declaración institucional, con posterior explicación de postura por cada grupo. Se olvidaron que el Parlamento no está para hacer declaraciones, que, por lo demás, ya se ha visto para lo que han servido. Este fue el tercer atentado a la institución parlamentaria.

 Si con los vascos se ha negociado, fuera de las Cortes.

 Ahora mismo hemos estado viviendo los momentos cruciales del estatuto vasco. Una vez más, el Parlamento ha quedado relegado al papel de nuevo comparsa. Dos partidos, dejando al margen a la ponencia y Comisión respectivas, han negociado, se han puesto de acuerdo y el tema ya está zanjado. No seré yo quien niegue la necesidad de haber llegado a unos acuerdos, al menos de principio. Pero todo lo verdaderamente trascendente del Estatuto se ha elaborado al margen y con exclusión del Parlamento. Hay quienes opinan que, habida cuenta de la trascendencia del tema, la ortodoxia parlamentaria no tema demasiada importancia. Probablemente serán los mismos que así actuaron en ocasiones precedentes. Si tienen razón, habrá que exponer, en consecuencia, que el Parlamento no es el lugar adecuado para discusión política. Y si alguien tiene dudas que pregunte al PSA, que ha dado un sonoro portazo.

 De igual modo se ha abusado -y a los artículos lucidísimos de Gil Robles me remito- de determinados viajes al extranjero para cumplir deficiencias de nuestra política exterior o patinazos más que clamorosos, se está abusando también hasta hartarse de la institución parlamentaria. Porque si con el estatuto vasco se ha seguido este procedimiento ¿por qué no con los demás? ¿No tendrán los interesados derecho a exigirlo? ¿Con qué norma legal o moral se les va a decir que no?

Al paso que vamos, lo que se va a conseguir es que la labor parlamentaria no entérese a nadie, aunque por lo demás ya está casi lograda, y que el Parlamento se convierta en el hazmerreír de nuestra democracia. El Parlamento tiene una función y debe cumplirla. Es pieza fundamentalísima y si se le hurta sus funciones, en otra parte se tendrán que hacer. Téngase en cuenta para que luego no vengan los lamentos.

José María Aznar

Artículo publicado en "La Nueva Rioja"(25-7-79)

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